POR PRIMERA Y ULTIMA VEZ [COMPLETO] LIBRO 2

CAPÍTULO 22

Esta miró a todos lados como si no fuera con ella.

― Sí, es contigo.

― ¿Perdone?

El chico no dejaba de mirarla y esta solo lo reparaba extrañada, podría tener su edad.

― Me dijo que serías la mujer más hermosa que vería caminando por aquí, pero no pensé que fuera verdad.

Melissa alucinada no entendía nada.

― Seguro se ha confundido.

Al verle la cara de desconcierto, este sonrió.

― Que descuidado soy, disculpa. Christen Robin Tacher, hermano de Christopher.

Este tendió la mano mientras Melissa lo miró extrañada, pero al acordarse de que Tacher mencionó en Ciudad de México que podía llamar a su hermano para que no estuviera sola, asintió.

― Mucho gusto, Melissa López.

― El gusto es mío.

Ambos siguieron caminando y Melissa extrañada porque Tacher no le hubiese avisado de que mandaría a su hermano, le preguntó:

― ¿En dónde está Tacher?

Su respuesta le confirmaría que si era quien decía ser.

― Mi hermano, sigue en el hotel, se demorará un poco más de lo previsto, por eso me envió en tu rescate. Yo te enseñaré un poco de mi Guadalajara, mientras él termina de cerrar el negocio.

Esta asintió y juntos comenzaron a recorrer Guadalajara, mientras ahora todo tenía una historia mejor contada por él. Luego de seguir caminando, llegaron a la plaza tapatía, que es uno de los espacios más importantes que tiene la ciudad en donde las familias iban a divertirse y recrearse. Recorrieron todo el corredor y se tomaron fotos en el monumento de la inmolación de Quetzalcoal, quien está ubicado en todo el corazón de la plaza, el cual estaba dentro de una fuente en forma de flor y este contaba con de cinco piedras de bronce, en forma de fuego o rayo retorcido como chorro de agua, pero una más grande que las otras. Christen comenzó a contarle que, según la leyenda, Quetzalcoal fue quien bajó al infierno para llevarle fuego y así iluminar la tierra.

Luego caminaron al museo cabañas, el cual fue declarado patrimonio de la humanidad y mientras Christen le tomaba fotos con las esculturas que estaban afuera, le contaba su significado, además de que ese museo, fue un hospicio en donde se albergaban huérfanos, el cual contaba con veintitrés patios y ciento veintiséis cuartos. Esta tenía mucha curiosidad de recorrerlo por dentro, pero los horarios en los museos eran hasta las seis de la tarde, por lo que no pudieron entrar en ninguno.

― Cuando Chris me dijo que tenía a su novia aquí y que quería que te cuidara mientras él estuviera en la reunión, casi me caigo del caballo en el que estaba.

― ¿Por qué?

Ambos se sentaron en una de las bancas de la plaza y descansaron unos minutos.

― ¿Por qué? ¿Es en serio?

Encogiéndose de hombros, asintió.

― Nunca, en la vida, mi hermano me ha dicho que le cuide a una mujer.

― No es para tanto. ―respondió rascándose el cuello.

Solo eran buenos amigos ―pensaba.

― Sí que lo es, porque mi hermano no es de los que mezcla el trabajo con el placer. Cuando está trabajando tiene a sus conquistas lejos. Siempre ha separado las cosas, por eso es la mano derecha de mi padre.