CAPÍTULO 20

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De la nada, sintió como las manos de Tacher tocaban sus hombros y esta volteó a mirarlo, mientras su corazón palpitaba cada vez más fuerte.

― Tú me dijiste que podía ser lo que yo quisiera ―Se excusó.

― Yo encantado de que lo seas.

Tomándola por la cintura, la pegó a él y unió sus labios en un casto y suave beso, mientras a Melissa le recorría una corriente por todo el cuerpo, mientras trataba de resistirse a ese ataque. Cuando sus húmedos labios se separaron de ella, con la respiración entrecortada le dijo:

― Pensé que la mentira debía seguir aquí, luego le llega el chisme a tu padre y nada habrá valido la pena.

Fue solo decirlo, para que Melissa agachara la cabeza apenada.

El padre vivía en México, jamás iba a llegar el chisme.

Que excusa tan estúpida y rebuscada ―pensaba Melissa, mientras sentía que su beso había hecho que sus neuronas dejaran de mandar impulsos nerviosos y comenzara a decir tarugadas.

Las comisuras de los labios de Tacher se levantaron mientras acariciaba su mejilla y con su otra mano movía su mentón para que sus miradas conectaran mientras su corazón palpitaba con más fuerza y le decía que estaba ganando terreno.

― Contigo, ser cualquier cosa vale la pena.

Removiéndose incómoda, esta dio un paso atrás, se soltó de su agarre y se dio media vuelta para no verlo.

― Deja de decir bobadas, Tacher. Solo es un juego, el mismo que hicimos en mi casa.

Esta solo esperaba que no terminara igual de mal que esa vez.

Melissa se acercó al escritorio mientras Tacher negando con la cabeza regresaba a su silla. Este apenas era su primer día en México y se venían muchos por delante, ya la convencería. Sentándose, este alzó la mirada y le dijo:

― Trataré de no demorarme, pero necesito revisar todos estos documentos.

― Tranquilo, tómate el tiempo que necesites, no me molesta estar aquí.

Esta comenzó a caminar por la oficina mientras la reparaba por completo, pinturas de la ciudad, diplomas y certificados de la empresa colgados de las paredes, las cuales estaban pintadas en tonos azules, grises y blanco, todo hacía juego con el lugar. Moderno, refrescante y su diseño trasmitía una energía que sin duda le trasmitiría paz para trabajar en lo que fuera. Sin ignorar la gran ventana de vidrio que mostraba la ciudad de México desde lo alto del edificio.

Mientras este se centraba en sus documentos, Melissa puso a cargar su teléfono y cuando por fin encendió, llamó a Max para saber de su hija, pero después de varios intentos, este no le contestó. Claro que hubiera preferido dejar a su hija con sus padres por estos días, pero no podía matarle la ilusión a ese par. Melissa solo esperaba que, al volver, todavía existiera el apartamento de Max, es más, todavía existiera Cartagena. Melissa estaba sumergida en sus pensamientos, cuando de pronto escuchó:

― Creo que me demoraré más de lo pensado―. Tacher, levantó la mirada y suspirando añadió: ― Si quieres, llamaré a mi hermano para que venga por ti.

Esta guardó su teléfono y caminó hacia Tacher. Al llegar a su lado, se inclinó y miró los documentos que tenían al frente. Después de repararlos unos minutos, esta negó con la cabeza.

― Si quieres te ayudo y así terminas más rápido.

Tacher levantando la cabeza de los papeles la miró extrañado con la ceja levantada:

POR PRIMERA Y ULTIMA VEZ [COMPLETO] LIBRO 2Where stories live. Discover now