CAPÍTULO 34

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Después de caminar unos minutos más, llegaron a un bonito jardín, este era espacioso, y estaba en un rincón de la finca, casi oculto a los espectadores. El jardín era circular, en el centro tenía una estatua de la virgen de Guadalupe y tenía segmentos con diferentes tipos de flores.

― Este jardín era de mi madre, ella es amante de las flores y este era su lugar favorito de todos, su lugar de pensar, de relajación, de la felicidad.

Melissa asintió mientras miraba las rosas, las margaritas, azucenas, lirios, orquídeas, magnolias, y un sinfín de otras tantas flores que Melissa no conocía, esta caminó hacia la virgen aun sumergida en el lugar y al verla sonrió maravillada por lo hermosa que era.

― A mi hija le encantaría estar aquí, ama las flores y cuando grande quiere ser florera.

La sonrisa de Tacher no se hizo esperar mientras besaba la cabeza de Melissa.

― Prometo traerla aquí pronto.

Este la tomó de la cintura y haciéndola caminar un poco más, llegaron a una mesita improvisada en la que se encontraba un encendedor, una vela, y algo más que Melissa no pudo identificar.

Melissa lo miró extrañada.

― ¿Qué es esto?

― Hace unas horas, cuando estábamos en la habitación, tuviste una fea pesadilla, y como soy tu atrapasueños personalizado no quiero que vuelvas a pasar por eso.

Moviéndose hacia la mesa, Tacher tomaba las cosas mientras Melissa no entendía nada.

― Cuando mi hermano murió para todos nosotros fue devastador, cada uno lo afrontó a su manera, pero mi hermano y yo, principalmente, teníamos pesadillas y nos pegó más duro que a todos, o bueno, los demás lo ocultaban para ayudarnos.

Melissa asintió y vio como Tacher sacaba un lapicero de su pantalón. Ella aún no entendía nada.

― Mi madre una noche nos trajo aquí, nos entregó este mismo lapicero y nos pidió que le escribiéramos algo a mi hermano delante de la morenita y se lo enviáramos al cielo, así él sabría que nosotros lo amábamos y que siempre lo recordaríamos.

Tacher alzó algo que estaba en la mesa y al mostrárselo a Melissa, puedo ver de qué se trataba. Era una lamparita voladora.

― Hoy quiero que le escribas aquí algo a tu hijo, ese que tanto amaste y no te dieron la oportunidad de despedirte, quiero que le escribas diciéndole cuando lo anhelaste y cuando lo echas de menos.

Las lágrimas de Melissa comenzaron a salir sin ni siquiera percatarse de ello, mientras Tacher acercándose más a ella la abrazó y besando su cabeza continúo diciendo:

― Estas lamparitas representan fuerza, esperanza, y fe, y hoy representarán a tu hijo, tendrás la oportunidad de despedirte de él hoy, para que así, cada vez que quieras hablar con él, o recordarlo, solo debes mirar al cielo y ahí estará. Cada vez que te acuerdes de él, tendrás este recuerdo y no ese pasado.

Melissa estaba sin palabras, verdaderamente conmovida, anonadada, así que solo asintió.

Nunca nadie se había preocupado tanto por ella, por sus sentimientos, por cómo le dolía y por cómo había sufrido. Nunca hasta Tacher ―pensada contrariada por todo lo que sentía.

Separándose un poco de ella, este tomó su cabeza y haciendo que lo mirase, la besó, un beso delicado, húmedo, y con sabor a lágrimas, un beso que la reconforto, un beso que necesitaba.

Al separarse, este secó sus lágrimas, mientras Melissa agachaba la mirada y trataba de controlarse. Tacher tomó su mentón y cuando sus ojos se encontraron este sonrió tímidamente haciendo que ella hiciera lo mismo, y con toda la delicadeza que pudo, la acercó a la mesita y colocándola frente a la lamparita dijo:

POR PRIMERA Y ULTIMA VEZ [COMPLETO] LIBRO 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora