Capítulo 2; "Inside the Dragon's Mouth"

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AEMOND sacó a Aerith a rastras de esa casa del placer, llevándola con él bien sujeta de uno de sus brazos. La de hebras lisas abrazaba fuertemente una cobija hacia la desnudez de su cuerpo, usándola como una túnica poco elaborada que ayudaba arroparla algo. Sus pies descalzos seguían los del príncipe. ¿Adónde la llevaba? ¿La asesinaría en uno de esos callejones y la abandonaría ahí mismo? O peor aún... ¿Sería el alimento de los sabuesos?

Sus emociones no la permitían expulsar palabra alguna. Continuaba temblando, había escuchado tantas cosas acerca de este hombre porque había habido un tiempo donde los hijos del rey Viserys se encontraban en la boca de los Siete Reinos, en especial este muchacho. La cicatriz que se extendía por su rostro y la falta de un ojo, dejó mucho que hablar entre los reinos.
Aunque, realmente no le constaba nada de lo que había escuchado, aún así pensaba que ese hombre era lo que toda mujer buscaba evitar.

— Míralos, parecen hormigas buscando alimento. —no fue consciente de cuándo dejaron de caminar y el largo recorrido que habían hecho hasta lo que parecía ser lo alto de un amplio balcón de piedra. Aerith sin comprender muy bien la referencia de Aemond, asoma su rostro un poco para poder ver su único ojo color púrpura. Siguió su vista hasta el pueblo, que se lograba percibir bastante apartado de su actual ubicación, La Fortaleza Roja.

El príncipe tenía razón, los hombres armados de Ormund se encontraba explorando cada rincón de la ciudad, se podía observar cómo las antorchas de estos iluminaban calles completamente sumergidas en oscuridad absoluta y no hallaban nada.

— Apuesto que ofrecerán una muy buena cantidad de oro a quien te entregue. —comenta él sin dejar de ver su panorama. — Viva o muerta. —sonríe levemente al notar como el cuerpo que sostenía a un lado de él se contrae.

El viento de la noche hace despeinar un poco sus largas cabelleras, limpiando por completo cualquier nube que se encontrara en el cielo, dejando en completa exposición la luna a un frente de ellos. Estaba por despedirse y los aullidos de Snow se encargaban de escoltarla hasta que sus brillos desaparecieran por las montañas.

— Snow... —murmuró Aerith con un poco de emoción al reconocer la voz de su lobo. Al menos podía alegrarse de que este se encontrara con vida.

— ¿Snow? —el rostro del de hebras color plata se gira para mirarla y ser testigo de cómo la luna dedicaba cada uno de sus rayos para alumbrarla y hacer relucir su cara dentro de toda esa oscuridad que los acechaba.

— Es mi lobo... Creí que lo habían asesinado después de atacar a uno de los escoltas... —explicó en un tono apagado a lo que Aemond alza ambas de sus cejas.

— Escogiste un nombre inapropiado para un animal salvaje. Los hijos bastardos de los del Norte reciben ese apellido. Snow. —sonríe forzadamente— Cómo el de... ¿Sara Snow? ¿Te resulta familiar? —la ve con aires de superioridad, pretendiendo molestar a Aerith al nombrar a su hermana no reconocida por su padre, Rickon Stark.

Sin embargo, Aerith permanece neutral.

— Sabes mucho del tema para estar en una tierra bastante apartada del Norte. —acota ella con desinterés.

— Rickon no era cualquier Stark, no reconoció a su hija bastarda, pero dentro de Winterfell recibió un lugar decente; un poco de respeto y reconocimiento de sus medios hermanos. Todos los reinos hablaban de eso y de lo desaprobadora que era la acción de Lord Stark. Es ridiculo. —deja ir una risa algo absurda— Mírate, estas aquí completamente indefensa, mientras Sara Snow probablemente esté dentro de tu aposento fornicando con un hombre indiferente. Por esta razón un bastardo jamás debería recibir atención mínima.

— Sara es una buena chica. —replica Aerith con un nudo en la garganta, encontrando cierta verdad en las palabras del príncipe — Es joven para pervertir su mente de esa forma.

El Llanto del Lobo;  Aemond TargaryenWhere stories live. Discover now