Capítulo 11; "I Only See What Matters"

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LA  MANDÍBULA de Aerith se tensa y sus ojos se cristalizan. El príncipe desvía su mirada hacia el suelo, sintiéndose completamente aturdido por la revelación de la Stark.

— ¿Por qué... Por qué no me lo has dicho antes? —cuestiona el plateado sin aire — Te he visto mientras entrenaba. —niega con la cabeza apenas notable. Su único ojo se clava en ella con detenimiento.

El labio inferior de la Stark tiembla y después un inevitable sollozo escapa por sus labios.

— Estaba horrorizada... —su voz se ahoga — ¿Cómo iba a decirlo? Me bañe en sangre, en mí sangre, Aemond.

— ¡Pudiste haber muerto! —atropella las palabras de la castaña en casi un grito. Era un regaño evidentemente, su mirada no podía reflejar lo contrario. Era un manojo de emociones.

— ¿Crees que no lo sé? —le reprende — Pensé que me moría en ese instante, estuve tan cerca que después nada logró ser comparable con esa sensación.—sus lágrimas inundan su rostro.

Aemond permanece en silencio, era prácticamente imposible lograr ponerse en la situación de Aerith.

— ¿Estuviste embarazada todo este tiempo y no lo notaste? —arquea una de sus cejas — ¿Desde cuando habías dejado de sangrar, Aerith?

Los labios de la Stark titubean.

— ¿Qué más da? Se ha ido. —gruñe al recordar la causa de su pérdida. No se lo diría a Aemond, no aún. Podía estar invadida de ira, pero aquello no la haría actuar sin cordura.

Al fin de cuentas era una Stark y mantendría su honor y orgullo en alto aunque le costase el filo de sus garras.

La lengua de Aemond cepilla sus dientes de derecha a izquierda en un asentimiento de cabeza, después se arrodilla hacia el filo de la cama, quedando a la altura de Aerith.

— No voy a decirte que sé cómo te sientes. Debe ser difícil, lo es. —suelta, sujetando una de las manos de la castaña entre la suya—Este no es ningún final, estamos los dos en esto y lo tomamos, lo que venga también. —con su mano libre se encarga de limpiar cuidadosamente las lágrimas de la Stark. Una pequeña sonrisa se ilustra en el rostro de la ojiazul, contagiándosela a Aemond— Eso es lo que importa. —agrega suavemente y se inclina para depositar un beso sobre su frente. — Déjame prepararte un baño con agua fresca y templada. Te vendrá bien.

Aerith asiente con su cabeza lentamente, agradeciendo internamente la parte servicial y atenta de Aemond. Al final él no tenía la culpa de nada, todo este tiempo la había ayudado, respetado y cuidado.

La Stark retira de su cuerpo la tela húmeda y poca ensangrentada que había servido todo este tiempo para ocultar la desnudes de su piel. Toma un fuerte respiro y se pone de pie, percibiendo su cuerpo increíblemente ligero, como una pluma. Silenciosamente se dirige al cuarto del baño, dónde estaba Aemond comprobando que la temperatura del agua fuera la ideal.

— Tuve un sueño. —anuncia ella, situándose a un lado del plateado, quien sin esperarse su presencia voltea a verla, enderezando su postura— Cómo si estuviese despierta, podía verte... pero también a mi.

Escuchándola atento, le tiende una mano para invitarla y ayudarla a ingresar a la tina. Aerith la sujeta y al poco tiempo se sumerge en ella.

— Había un cuervo... —continuó con la mirada perdida en algún punto muerto del baño —parado sobre mí, en mi abdomen bajo. Aleteaba y graznaba, como si estuviese hablándome. —sonríe y cierra sus ojos suavemente, recargando su cabeza contra una de la orilla de la bañera. — Creo que estoy perdiendo la cabeza.

El Llanto del Lobo;  Aemond TargaryenWhere stories live. Discover now