Capítulo 27; "The Wolves Know"

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AERITH miró inexpresiva el cuerpo de su doncella ser colgado en una cruz de madera invertida, estaba desollada y  en exposición a las afueras del castillo.

— Le he dicho a su esposo que atentó contra su vida. —murmura Rodrick a un lado de la loba — Tomó el cuerpo inerte de Heder y lo arrastró él mismo hasta las mazmorras.

— Hiciste buen trabajo. El secreto sigue seguro y quizás en un par de días podré darle la noticia a Maeson. —las orbes azules de Aerith se concentran en el bastardo, quien hace contacto visual con ella.

— Sí... podría decirle que lo sospecha.

— Le diré que tengo un retraso en mi sangrado de tres semanas. —asiente ella misma con la cabeza, intentando de convencerse. 

— ¿Por qué no se lo comenta ahora mismo? Estamos hablando de una sospecha, aún nada asegurado supuestamente... después, conforme su vientre vaya creciendo no habrá forma de negarlo. — se inclina un poco para hablar, asegurándose que nadie pudiera escucharlos.

Aerith lo ve con detenimiento. Odiaba tener que darle esta hermosa noticia al hombre equivocado.

— Sí, tienes razón. —dice no muy animada. —Acompáñame. 

— No planeaba dejarla sola, Milady.

[...]

Rodrick escoltó durante todo su trayecto a la de cabellos rojizos, caminado con fatiga hasta que se situó frente a la puerta del lugar de su marido.

Llamó a ella con tres toques de sus nudillos contra la madera.

— Soy yo, esposo. —anuncia Aerith aún sin tener respuesta alguna por parte de Maeson. Sin embargo, la muchacha y el caballero escucharon movimientos apresurados desde el otro lado de la puerta que logró que ambos arquearan una ceja — ¡Maeson! —insistió la ojizul, volviendo a golpear con mayor fuerza la puerta.

Al transcurrir algunos segundos, se escuchan pisadas aproximarse hacia el acceso de ese cuarto. La puerta es abierta con algo de brusquedad.

— Mi querida esposa. —las orbes grises del hombre viajan de arriba hacia abajo por el cuerpo de Aerith— ¿Qué es tan importante para plantarte frente a mi lugar de trabajo? —sus finas cejas se arquean.

— ¿Puedo entrar? —pregunta la joven, alzando un poco su barbilla en dirección de la pieza.

— Adelante. — el Bolton se barre a un costado del umbral de la puerta, para darle acceso a su mujer, quien no muestra sorpresa al notar a dos sirvientas estar en el interior de las cuatro paredes. Estas parecían estatuas, como si pensaran que si no se movían, nadie las notaría.

— Me gustaría tener privacidad con mi esposo. —comenta suavemente Aerith con la mirada enterrada en las mujerzuelas.

Completamente pálidas salen huyendo de ese cuarto, que aparentemente daba la pinta de ser para trabajar, concentrarse, leer y cumplir deberes, pero en realidad era simplemente un disfraz que cubría los encuentros sexuales y románticos del Bolton a espaldas de su esposa.

La loba lo supo desde el día uno de estar casados y la verdad es que no le causaba reacción alguna, le era indiferente y por ello mismo el Bolton se retorcía de rabia al no poder provocar ninguna clase de emoción en su esposa, ni siquiera reclamos o algún arranque de celos.

Maeson cierra la puerta detrás de él, encerrándose con su mujer. Jamás lo había pillado de esta forma tan descarada, ella nunca se aparecían por estos sitios.

El Llanto del Lobo;  Aemond TargaryenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora