Capítulo 38; "Fool"

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CAMINABAN con las capuchas de sus abrigos puestos entre todo el gentío, que la verdad ni volteaban a verlos. Estaban sumergidos en su vida o quizás pensaban que se trataba de alguna clase de mercenarios con esas pintas.

El dragón y la loba llegaron a lo que parecía ser una Casa de Invitados a las afueras de la Ciudad de Roca Casterly, al menos era mejor que cualquier posada. Ingresaron y Aemond un tanto borde y sin mirar al rostro al hombre que los atendía, pidió un cuarto y con una moneda de oro, bastó para pedirse la habitación mas grande, incluso con salón de chimenea. El sitio a decir verdad, era decente e incluso cómodo, por algo eran las tierras con mayor riquezas.

Una vez se encontraron dentro del cuarto, esta Aerith dejo ir un suspiro. Se encontraba exhausta... no podía imaginar cómo estaba Aemond.

Sus ojos divagaron por todo el lugar, sorprendida un poco por las pintas de este... a simple vista parecía acogedor. Tenía un balcón con una vista hacia La Capital y el castillo en el cañón. El cuarto de chimenea con una pequeña sala, este no era muy grande, también contaba con uno de baño y el de la recámara.

— Deberíamos descansar un poco. —habla Aerith, buscando con la mirada al príncipe, el cual al igual que ella, había estado inspeccionando el lugar.

— Descansa tú, yo estaré al pendiente de nuestro hijo. — la loba no dice nada, no se iba a poner a discutir para que él también hiciera lo que ella. Le entrega a su hijo en su brazos, le da la espalda y se retira el pesado abrigo, esté cayendo al suelo. Después se pierde en el cuarto del dormitorio, al menos eso fue lo que logró ver Aemond antes de que la Stark se perdiera en ese cuarto.

El plateado baja lentamente su mirada hacia el bebé, pero este no se encuentra directamente con su hijo, sino, con el dragón, estaba despierto y dirigiéndole una mirada bastante amenazante al príncipe, casi preparándose para atacar.

Aemond no supo exactamente cómo reaccionar, tan sólo quería ver a su hijo, no se iba a poner a pelear con un dragón de hielo bebé.

Iykiri... —hablarle en valyrio fue lo único razonable que se le ocurrió hacer. El pequeño dragón, del tamaño de una lagartija, ve con ojos curiosos al tuerto y este mueve su pequeña cabeza hacia los costados. — Dohaeras... —La criatura se ve expectante al igual que el tuerto con esperanza de que sus palabras en alto valyrio funcionaran, pero lastimosamente, el dragón a los pocos segundos comenzó a chillar fuertemente, despertando con él a Rhaegar. Ambos pequeños comenzaron a llorar y Aemond realmente no sabía como actuar.

Ellos querían el calor de su madre.

El príncipe intentó arrullarlos, pero era inútil, había conseguido intensificar más el llanto de su hijo y el del dragón. Aparentemente el idioma de la sangre predominante del Targaryen no funcionaba en esta criatura.

Sin querer hacerlo, Aemond arrastra sus pies hasta la entrada del dormitorio, dirigiéndole una mirada apenada a Aerith, quien se encontraba recostada sobre la cama, pero extrañamente con una pequeña sonrisa en su rostro.

— No me veas a mí. Desde luego que eres un extraño para tu hijo, necesita acostumbrarse a ti. —habla en voz baja la rojiza, casi adormilada.

— No vas a descansar si continuan de esta manera. —aclara el más alto.

— El punto es que ya no existe verdaderamente el descansar cuando te vuelves padre. —objeta Aerith — Ven acá. —indicándole que este se recostará con ella o al menos que se mantuviera cerca.

— Quizás tiene hambre. —opina Aemond, sentándose en la orilla de la cama.

— No. El llanto de Rhaegar es más chillón cuando pide pecho. Simplemente no está cómodo. —define con certeza. Aún acostada, esta se remueve, acomodándose a un lado para mirarlos mejor— Acuéstalo a un lado mío. —lo instruye y el príncipe acata, colocando al bebé sobre el colchón y entre ellos dos. La joven sonríe, aproximando su rostro hacia el de su hijo y con una mano quitando el abrigo que lo tapaba, revelando un pequeño vestido blanco que portaba. — Su visión aún es muy baja, no puede vernos a detalle... es como si viera sombras. —explica sin dejar de ver al pequeño, el cual incluso mueve su cabeza descoordinadamente para intentar ver a su madre. El dragón de hielo se mantiene sentado en el pecho del bebé y emite un sonido diferente al observar a la loba. Aemond miraba la escena maravillado... era como si ese dragón también estuviera observando a su madre — Por eso mismo... se guía de sus otros sentidos... como el sonido, sabor y olfato. Él no está familiarizado con tu voz, ni esencia. Le llevará unos días en acostumbrarse a ti, Aemond.

El Llanto del Lobo;  Aemond TargaryenWhere stories live. Discover now