Capítulo 44; "Son"

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— Por favor no te vayas. —suplica Aerith aferrándose del ropaje de Aemond al encontrarse a solas dentro del aposento de este. Había sido rápido la atención que les habían brindado como para llevar una cuna provisional a Rhaegar mientas posiblemente se le personalizaba una propia. —Estas paredes nos observan, Aemond. —murmura casi sin aire.

El único ojo del príncipe la analiza co detenimiento, llevando una sus manos hasta cintura y mandíbula con delicadeza.

— Nuestro hijo duerme siendo abrazado por las alas de su dragón y las del fuego de la habitación. Descansa tú también, no tienes nada de que preocuparte. Ser Arryk no dejará entrar a nadie a este sitio más que a mi. —su dedo pulgar acaricia suavemente la piel de la mejilla de la joven sin dejar de hacer contacto visual— Ni siquiera te darás cuenta cuando esté de regreso. —besa afectivamente su frente.

Afligida, la joven lleva su vista al suelo y asiente con su cabeza por pura inercia.

—... No demores mucho, por favor. —su labio inferior tiembla un poco.

La mano del de cabello color plata alza la barbilla de la loba para obligarla a que ésta regresara su atención a él, quien se encuentra con el rostro ligeramente inclinado hacia ella.

— Es solo por hoy. Después podrás acompañarme a donde tú quieras. ¿De acuerdo?

Ella vuelve a asentir, esta vez mirándolo. Se ven con detenimiento por última vez antes de que el más alto se despegara de la joven y diera media vuelta para irse sin volver a decir algo. Cuando las puertas del lugar son cerradas, una bocanada de aire es expulsada por la boca de Aerith, sintiéndose una hormiga dentro del lugar al cual solía estar familiarizada.

Estaba intentando de convencerse de que todo estaba bien. Y es que fríamente con ella y su hijo estaba relativamente bien, pero con Aemond... literalmente habón asesinado a uno de sus sobrinos por culpa suya, no había otra explicación. Lógicamente cualquiera de sus hermanos podría reprochárselo desde su derecho. Cualquiera persona lo haría.

Aerith arrastró sus pies hasta al camastro después de asegurarse de que su hijo se encontrara cómodamente dormido. Se dejó caer sobre la superficie del colchón y ahí volvió a respirar profundamente, llenando sus pulmones de oxígeno. Todo iba a salir bien. Aemond los protegía y no necesitaba nada más. Rhaegar crecería y sería un príncipe como cualquier Targaryen. Cregan encontraría alguna forma también de protegerlos y ella, Aerith defendería como una loba hambrienta a Aemond de los negros, como él de los verdes.

La Stark se sumergió tanto en sus pensamientos hasta quedarse completamente dormida.

***

El príncipe Aemond caminaba neutralmente en dirección a su aposento después de haber tenido una charla con el Lord Comandante, ahora Ser Criston Cole. Este le había explicado con mayor detalle lo que había ocurrido durante hace cuatro noches atrás, especificando lo obvio. No se había señalados a Aemond como el responsable, ni siquiera se le mencionó con culpa. Sin embargo, Rhaenyra y Daemon Targaryen junto al resto de aliados eran los únicos en la mira, eran ellos los malos del cuento.

—Entonces es verdad... —una voz grave y algo ronca se escucha a espaldas de Aemond, logrando pausar su paso— Has regresado sin manos vacías. —el de cabellera más larga gira lentamente sobre su propio eje y mira a su hermano mayor por encima de su hombro — ¿También es eso cierto? —el entrecejo de Aegon se frunce al igual que sus labios — ¿Te has convertido en padre? —inquiere algo dolido, pero el tono de voz de su hermano, provocó que el príncipe contrajera el ceño. Aegon no estaba ebrio.— Embarazaste a Aerith Bolton con tu bastardo. —las finas cejas del Rey se arquean con sorpresa.

El Llanto del Lobo;  Aemond TargaryenOù les histoires vivent. Découvrez maintenant