Capítulo 48; "Shame"

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La empujó a que ésta entrara a la habitación tras un recorrido -lleno de súplicas e intentos de escape- en uno de tantos pasadizos secretos del castillo.

Se tropieza un poco y da varios pasos hacia el frente de forma torpe, intentando de estabilizar su equilibrio. Ella se abraza de una columna para no caer al suelo, de mientras alza su vista para intentar de reconocer el lugar donde se encontraba.

¿Esto se trataba del aposento de Aegon?

No quiso seguir mirando, cerró sus ojos fuertemente y se aferró al material fino de la columna. Mientras tanto algo harto este Aegon la observó con fastidio. Jamás había luchado tanto con una mujer, por lo general era sencillo, las acechaba, intimidaba y después cedían. Ahora, incluso Aerith se estaba comportando como una niña, cosa que estaba colmando su paciencia.

— Deja de actuar de esa forma. — le ordena este Aegon con un pequeño titubeo en su voz.

— ¡No! —casi grita — ¡Te he contado lo que viví en el Norte, con el hombre que me desposó! Y no voy a permitir que algo como eso se vuelva a repetir. —con una expresión histérica la joven se vuelca a mirarlo — Prefiero morir antes que otra cosa.

El Targaryen fue testigo de cómo los ojos de Aerith se llenaron de lágrimas y el dolor que mantenía enterrado salió en completa exposición.

—... No voy a lastimarte. —se excusa Aegon un poco extrañado — ¿Cuál es la diferencia entre Aemond y yo? —la ve expectante. — Los dos tenemos un pene y los mismos genes. —se encoge de hombros.

Aerith ve sin comprender al Rey.

— Yo amo a Aemond. —responde aturdida.

Esta vez Aegon parecer lucir ensimismado, se miraba bastante reflexivo.

— ¿Y que lo hace diferente? —no lo entendía. Este da una larga zancada hasta Aerith, pero está se abraza más hacia la columna — ¿La forma en que te ve? ¿Su voz? ¿Su toque? ¿Sus caricias? ¿La forma en la que se hunde en ti?

— Todo. —musita, casi interrumpiéndolo.

Aegon la ve pausadamente.

— Yo también puedo hacerlo...

— ¿Por qué? —lo interrumpe con los ojos entrecerrados — ... Sí lo haces jamás volvería a verte a la cara, estarías muerto para mi, Aegon.

El mencionado deja de verla por algunos segundos, mientras su boca se entreabre un poco.

—... Te necesito. —contesta en un tono de voz dolido — Quiero... —deja ir un suspiro — Deseo poder sentirte, acariciarte y escucharte antes de que te vuelvas un fruto prohibido y me convierta en el verdadero hombre sin escrúpulos del que todo mundo habla. —su labio inferior titubea un poco — No tengo deseo alguno de estar con otra mujer que no seas tú... —cierra sus ojos suavemente y deja ir una bocanada de aire — Solo... Solo tócame en la misma forma que lo harías con mi hermano. Te juro que no habrá más, más que eso.... después, podrás olvidarte de mí y vivirás tu matrimonio sin ninguna molestia.

Los ojos de Aerith brillan ante las últimas palabras de Aegon. ¿Podía confiar en él?

— ¿Cómo sé que estás hablando en serio? — indaga y en respuesta el más adulto le muestra su mano, su dedo meñique estaba adornado por un anillo de oro, este con un patrón  semejante a las escamas de un dragón.

El Llanto del Lobo;  Aemond TargaryenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora