Capítulo 4; "The Hunt"

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Toma, úsalo. —Aemond le tiende una de sus gabardinas de noche a Aerith, la cual sujeta entre sus manos y después se la coloca sobre su ropa apta para la cacería.

— Me siento como si estuviera a punto de hacer un crimen. —le reprocha cuando el príncipe la obliga a ponerse también la capucha de la prenda que recién le había compartido.

— Cállate, Aeris. —le pide sin intenciones groseras, solamente no quería llamar la atención de los guardias mientras se escabullían por los rincones del castillo para abandonar exitosamente La Fortaleza Roja.

Aemond sujetó la mano de la Stark entre la suya para que esta no se quedara atrás y pudiera seguirle el ritmo, hasta que llegaran a la sección
menos vigilada del palacio.

Sus respiraciones estaban un poco aceleradas.

— ¿Hay forma de llegar hasta las caballerizas estando desde el lado opuesto de su ubicación original? –pregunta Aerith con el entrecejo fruncido.

Aemond gira su cara para verla.

— ¿Caballerizas? —arquea una de sus cejas— Oh... No, no vamos a transportarnos en caballo. De hecho... Mi dragón está esperándonos allá, abajo y a las afueras de la Fortaleza.

Aerith parpadea repetidamente.

«¿Dragón?»

No tuvo el tiempo suficiente para cuestionarse enteramente el mensaje de Aemond. Aún con sus manos unidas, él la jala para continuar con el trayecto. Tenían que bajar unas empinadas escaleras, cruzar un túnel que los guiaría fuera de la Fortaleza, a la bahía y los haría coincidir con Vhagar.

Cuándo eso ocurrió, las azuladas orbes de Aerith se abren ampliamente al ver el tamaño inmenso del dragón del príncipe. Fácilmente podría comerse de un bocado a una ballena.

— Tu dragón podría comerse el jardín de Winterfell de un mordisco. —comenta atónita, soltándose del agarre de Aemond para acercarse cuidadosamente al bicho y mirarlo con admiración y respeto.

— No tenemos tiempo para que la veas como tonta. Subiré yo primero y después te ayudaré, solo sigue mis pasos. —le indica y Aerith dedica toda su atención a los movimientos de Aemond, quien claramente se había trepado con bastante agilidad a la montura de su dragón.— Ven, pisa primero esa cuerda y después dame tu mano. —la castaña hizo lo que el Targaryen le instruyó. Cuando pisó las cuerdas que funcionaban como escalón, le extendió su mano y este la sujetó fuertemente para jalarla hasta él y abrazar un poco de su espalda para que subiera sin ningún riesgo a caer. Aerith había quedado sentada delante de Aemond y sus brazos a los lateras; estos sostenían un soporte de la montura. La refugiaban con mucha seguridad.

Sōvēs, Vhagar. —le comanda Aemond en alto valyrio a su dragón, lo cual obviamente Aerith no entendió, pero al poco tiempo de que el príncipe dio la orden, su dragón comenzó a moverse y después, a volar.

***

El viaje por los cielos fue relativamente corto hacia el destino que Aemond había contemplado llegar. Aterrizaron y Aerith entierra sus dedos en las rodillas del príncipe para estabilizarse con todos esos movimientos bruscos que el dragón lógicamente no controlaba.

Recién había amanecido, por lo que fue sencillo bajarse de Vhagar o al menos, la Stark lo consiguió sin tantos problemas.

Estaban en el nacimiento de un bosque bastante frondoso, a las afueras de King's Landing, cerca de las tierras de los Lannister. Mientras Aerith se encontraba mirando curiosa el entorno, Aemond se encarga de desequipar los interiores de los compartimientos que contaban con la montura de su dragón.

El Llanto del Lobo;  Aemond TargaryenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora