Capítulo 30; "Let's Kill Some Crows"

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MAESON Bolton fue informado al instante, su mujer había dado luz de manera inesperada. Por lo tanto, este de manera acelerada y si, con preocupación llegó hasta su aposento. El hombre abre la puerta, encontrándose con Aerith amamantando a su hijo cubierto en pieles, con ella estaban sus dos caballeros y su fiel doncella, Foet.

El ojigris a pesar de ser un desgraciado, tenía un corazón y el ver a su esposa con su heredero en brazos, hizo que cierta chispa en sus ojos resaltara. Sus facciones en su rostro se suavizan y en silencio camina hasta el filo de la cama.

— Mi hijo. —susurra, enterrando su vista en el bebé cuyos ojos estaba entrecerrados, succionado la leche del hinchado pezon de su madre. — ¿Está sano? —interroga el pelinegro, llevando su atención a la rojiza.

— El Maestre dijo que está un poco bajo de peso, pero nada de que preocuparse. —explica Aerith, viendo ese semblante que únicamente se hacía presente cuando el Bolton interactuaba con la criatura que hasta el día de hoy llevaba en su vientre.

Dudosa, Aerith le ofrece a su hijo para que Maeson pudiera cargarlo. Con una pequeña sonrisa, el Bolton recibe a su hijo, el cual se muestra un tanto inquieto por haberlo separado del seno de su madre.

— Roose Bolton. —habla, sin poder borrar la emoción de su rostro— Tienes los ojos de tu hermosa madre. —lo mece cuidadosamente, dirigiendo su vista a la referenciada — Retírense, quiero estar a solas con mi familia. —indica el hombre, después de estar observando detalladamente al recién nacido.

Rodrick y Tyrek comparten miradas y estos al poco tiempo abandonan la habitación junto a la doncella.

— Hiciste un buen trabajo, Aerith. —la apremia el hombre, depositando una suave caricia sobre la coronilla de la joven, como si fuese un perro. — Parir antes de tiempo es usual para madres primerizas y a pesar de ello, mi hijo se ve fuerte. —vuelve a reforzar el agarre de sus dos brazos en el bebé— También, debo admitir que has sido buena esposa. —le sonríe de oreja a oreja con orgullo, sin mostrar sus dientes.

— Esposo. —habla la joven, ignorando todas esas palabras de Maeson— Quiero ir de visita a Winterfell, me gustaría que mi familia conozca a nuestro hijo. —sus orbes azules lo miran casi con súplica.

El Bolton asiente con su cabeza después de un rato.

— Está bien, después de todo te lo mereces. No puedo quejarme en lo absoluto de ti, mi amor. —se encoge de hombros y devuelve su atención al recién nacido. — Primero te recuperarás y después iremos a Winterfell.

Una pequeña sonrisa surca por los labios de la Stark.

— Gracias, Maeson. —agradece ella conmovida.

Pasaron un rato juntos, en familia, verdaderamente lucían como una, pero estos sin cruzar tantas palabras, el único centro de atención era la criatura, cuya cabeza era cubierta por un gorro de lana y su demás cuerpo por pieles de animales salvajes. Se miraba como cualquier bebé, pero de la Casa más prestigiada en el Norte.

Cuándo Maeson abandonó su aposento y mujer, fue porque uno de sus hombres más fieles, le había informado que los cuervos mensajeros habían sido asesinados por alguien que no habían logrado observar, ya que el nacimiento de su hijo había sido una gran distracción dentro de Fuerte Terror.

El Bolton se mostró pensativo, frente a la escena sanguinaria de las aves muertas. No lo comprendía, no le hacía sentido, no existía razón lógica para haber asesinado a los cuervos. Reflexionando, se mantuvo mirando la chimenea con poca vida del cuarto, estudiando los residuos de algunas cartas quemadas a las orillas de las cenizas y rastros de carbón. El ojigris se agacha de cuclillas, sintiendo tenuemente la cálida temperatura abrazarlo, extiende una mano hacia escritos que no habían logrado ser consumidos en su totalidad por el fuego.

El Llanto del Lobo;  Aemond TargaryenOù les histoires vivent. Découvrez maintenant