Capítulo 60; "The Kingmaker"

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FUE una coincidencia que se encontraran por uno de los pasillos de la fortaleza. Parecía que ambos se habían estado buscando y era real. Aemond había abandonado la habitación del Consejo para reunirse con ella.

— ¿Qué está ocurriendo? —musita Aerith en un murmullo cargado de preocupación, observando de la misma forma al más alto.

Aemond la sujeta sutilmente de sus antebrazos, mirándola pausadamente.

— Daemon Targaryen ha tomado Harrenhal y varias tierras de la Casa Blackwood han sido saqueadas por ellos. Es... Tiempo de hacer algo. —relame sus labios y ladea su cabeza un poco hacia un costado— Aún nos estamos encargando de pensar nuestros movimientos.

La joven observa con detenimiento a su esposo, con temor. Claramente realizando y proyectando los posibles escenarios dentro de su cabeza.

— Harrenhal... —murmura pensativa, recordando aquella visión que tuvo con Melisandre.

— Habrá que tomar decisiones mediáticas para recuperarlo. —señala Aemond con determinación. — No te preocupes, Aerith. Esta guerra es nuestra. Tenemos los suficientes recursos para ganarla, Vhagar y Fuegosol serán clave dentro de la estrategia militar, tomando en cuenta el dragón de Daemon, Caraxes. Estamos preparados para cualquier encuentro espontáneo.

Los finos labios de la loba se entreabren e inconscientemente niega con su cabeza.

— No tengo buena espina de esto... Qué tal sí... —mira hacia sus costados con inseguridad — Aemond, —lo sujeta casi con desesperación— no vayas a Harrenhal, por favor.

El entrecejo del más alto se frunce.

— ... —una risita algo absurda escapa de los labios del príncipe — Estamos en una guerra, Aerith. Mi deber es recuperar y exterminar cualquier cosa que tenga que ver con Rhaenyra y sus relativos. No puedo seguir palabras ignorantes tuyas. —las manos de Aerith resbalan como agua del agarre que ejercía en Aemond. Su mirada se llena de desilusión.

Claro, que iba a saber una mujer, niñata, criada en cuna de oro en Winterfell por Rickon Stark. Por supuesto que nada, hablar era sencillo desde su comodidad.

Ella da un paso hacia atrás, con un semblante lleno de aflicción.

— Tienes razón. —musita en un murmullo — Es tu deber. —sonríe forzadamente, sintiéndose ridícula — ... Deberías... Deberias estar de vuelta con el consejo, seguro les haces falta.

Aemond la ve consternado, le parecía descolocada la atípica actitud de la rojiza. El tuerto extiende su mano hacia ella, pero esta le da la espalda.

— Iré con Rhaegar. —comienza a caminar sin voltear a verlo.

— Aerith. —la llama tenuemente, pensando que quizás había usado las palabras equivocadas para dirigirse a ella. Sin embargo, ella mantuvo su postura y desapareció de su campo visual.

Aemond permanence de pie, sin moverse con la vista perdida.

"Mujeres".

[...]

Estábamos esperándote. —habla Aegon, observando cómo entra a su aposento -actualmente el punto de reunión del consejo- este Aemond. — Decides irte justo cuando tú Rey tiene la disposición de ayudar.

— Necesitaba hablar con mi querida esposa, hermano. —aclara Aemond, causando que ambas cejas de Aegon se alzaran con evidente sorpresa fingida.

— ¿Sobre qué? ¿Guerra? —ríe sarcásticamente.

Aemond solo lo ve, pero no le contesta nada, prefiere dirigirse al General, Criston Cole.

El Llanto del Lobo;  Aemond TargaryenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora