Capítulo 1

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(2016, Barcelona, España. 11pm)

—Vamonos Esteban, estoy aburrido.

Negué y mi hermano bufó frustrado.

—Pues me iré sin ti.

Revolee mis ojos fastidiado y terminé mi bebida con los ojos puestos una chica. Ella giró repentinamente rostro y me atrapó observándola pero en lugar de asustarse me sonrió y me giño un ojo, le sonreí de vuelta y me puse de pie.

—Esteban, no. Vas a coger alguna enfermedad.

—Déjame. —exigí casi ordenándolo— Soy mayor de edad, vete tú a dormir temprano como un niño bueno.

Mi hermano blanqueo sus verdes ojos del mismo color de los míos y luego de soltarme me miró fijamente a los ojos.

—¿Si fuera a drogarme me dejarías?

Asentí sin dudar e incluso saqué mariguana de mi bolsillo para entregársela.

—Yo te doy libertad, dame un poco tú a mí, no seas aguafiestas.

—Se supone que debes cuidarme, soy menor de edad. —dijo mirándome mal y me quitó la mariguana para ponerla en uno de sus bolsillos.

—Pufff, tonterías. Eres independiente desde los seis hermanito. Además, pronto cumplirás dieciocho, no sé porque protestas. Vete por ahí, el panorama es amplió.

Él rodó nuevamente sus ojos y tomó otra bebida alcohólica.

—No me gusta ser el sobrio Esteban, tú deberías ser el responsable no yo. Por tu culpa no puedo beber todo lo que quiera ni hacer lo que me venga en gana.

Suspiré y volví a sentarme al lado de mi hermano menor por dos años y algunos meses.

—Vale, tienes razón, nunca he dejado que te diviertas sin preocuparte porque siempre me meto en problemas. Aprovecha la noche tú hermanito.

Le vi sonreír y tomar otra copa para luego levantarse.

—Hasta que me consideraste. Vuelvo en treinta o cuarenta minutos.

Asentí y le vi alejarse llevándose billeteras, teléfonos o cualquier otro objeto de valor que las personas dejasen descuidas. Me sentí orgulloso de que fuera tan bueno en hacer cosas malas.

Puse un cigarro en mis labios y cogí el encendedor pero al acercarlo oí entre el bullicio y la música un ruido diferente, la sirena de la policía, e inmediatamente guarde el cigarro buscando con la vista a mi hermano. Empujé personas desesperado y preocupado al no verlo hasta que le vi hacerme señas desde una ventana. Le vi saltar y corrí para imitar su acción con tal de evitar la policía y llegar a mi carro.

—Volvamos a hermanito.

Él asintió y comenzó a conducir. Yo miré por el retrovisor como se llevaban a muchas personas de la fiesta mientras otras huían desfavorecidas. Me olvidé de eso y suspiré con alivio.

Era una locura pero esa era nuestra vida. No conocíamos mucho más.

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