Capítulo 33

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(2022, Italia, narrador)

—Que este edicifio e mio —dijo Camelia que observaba el televisor.

Jesnika se río por la forma en que ponía la mano su hermanastra.

—¿Otra novela? —preguntó Jesnika amistosamente.

—Esta si, aunque yo siempre veo doramas —contestó Camelia.

El esposo de la dicha asintió dándole la razón.

—Ay, Vicenzo —canturreo Jesnika con diversión.

Camelia la miró mal y se abrazó a su esposo.

—Cariño, ¿me llevas a una pizzería?

Él sonrió dulcemente, como siempre lo hacía.

—Otro día, Cam, hoy trabaje bastante y estoy cansado. Oye, Jesnika, ¿te gusta la pizza hawaiana?

—Sep —respondió la rubia y llevó las manos a su barriga por un fuerte dolor.

Se agacho y luego se sentó de rodillas en el piso por el dolor. Camelia inmediatamente se le acercó, pero Jesnika extendió su brazo con la palma abierta en señal de que se mantuviera alejada. Inhalo, exhalo, inhalo, exhalo. Cerró sus ojos repitiendo la acción hasta estar tranquila. Sacó de su bolsillo unas pastillas con las manos tembloras y las trago sin agua.

—¿Hermana? —cuestionó Camelia—. ¿Jes? ¿Quieres ir al hospital?

Jesnika negó y llevó una mano a su pecho sintiendo que le faltaba el aire. Se levantó con esfuerzo y rebusco su bolso hasta encontrar su inhalador. Con solo una vez sentía que volvía a respirar. El dolor de la barriga seguía, pero estaba adaptada a calmarse y sobrellevarlo.

—¿Te sientes mejor? —indagó el esposo de Camelia.

—Tengo una leve ansiedad y en ocasiones me vuelve el asma —explicó Jesnika—. No se preocupen. Gracias cuñado, gracias hermana.

...

(España)

—Estás loco —comentó Sebastian.

Esteban se encogió de hombros mirando fuera del café en que estaban su hermano y él. La lluvia caía fuertemente y el clima se tornaba oscuro, como en las escenas tristes de una película.

—En Italia hay sol —murmuró perdido en sus pensamientos.

Sebastian le dio un golpe.

—Deja de maltratarme con las collejas. —protestó Esteban—. Solo estoy enamorado, no es el fin del mundo.

—¿Qué paso la última vez que te enamoraste?

—Eso fue muy sad de tu parte hermanito —reprochó Esteban.

Sebastian revoleo sus verdes ojos.

—¿Jesnika? —indagó dándole la clásica mirada que expresaba un "¿en serio?".

—Tranquilo, no la arrollare.

El menor intentó darle otra vez, sin embargo Esteban se echo atrás y sonrió al ver que Sebastian lo maldecía entre murmullos.

—No quiero tener que volverte a llevar a prisión hermano.

—La comida allí es asquerosa —concordó el mayor—. Gracias por sacar de tu tiempo y venir a hablar.

—Cállate —exigió Sebastian—. Si preguntan di que yo no estuve aquí. Mi esposa es comprensiva, pero todo tiene un límite en está vida.

—¿Cuál es el límite? —interrogó Esteban—. ¿Cómo sé cuándo detenerme?

—Cuando veas que no ayudas quedándote —respondió Sebastian—. Me voy, tengo una hija que recoger. La princesita tiene toda su tarde planeada.

—Es caladita a su madre —mencionó Esteban sonriendo por el recuerdo de su sobrina—. ¿Qué saco de ti? No veo nada de parecido, excepto los ojos.

—Todavía trato de averiguarlo, hermano. Créeme que no sé. Cuídate. No hagas locuras.

—No las haré hermanito, es una promesa.

Mi promesa Where stories live. Discover now