Capítulo 11

15 3 2
                                    

—No tengo hambre, tengo ansiedad. Tanta gente aquí presente me dan ganas de fu...

Cerré mi boca al oír un ruido y miré a los lados para luego seguir vigilando los espaguetis hacerse.

—¿Por dónde me quedé? —murmure pensativo y me encogí de hombros al no recordar— Es que en casa muy solo se está... ¿Qué seguía? Lo que sea.

Miré nuevamente a los lados y al asegurarme de que nadie me veía seguí cantando en voz baja.

—Si no hay botón de pausa no hay rebobinar, por eso yo siempre ando a toda velocidad. Tírame un fósforo y me prendo fuego, tirame un fósforo...

Entrecerre mis ojos y giré rápidamente mi rostro capturando a mi hermano grabandome. Sabía que había oído algo.

—¡Al diablo contigo Sebastian! —exclame molesto y revolví el espaguetis para que no fuese a quemarse— ¿No tienes algo más que hacer?

—Nunca cantas. —comentó acercándose con una mirada curiosa y llena de sospecha, entonces me volvió a apuntar con su teléfono— ¿A qué debemos que nos halagues con tu voz señor Reyes?

Solté una carcajada. Mi hermano menor ladeo su cabeza y sonrió.

—¿Y?

—Si canto, pero solo cuando tengo que matar tiempo o esperar algo. —expliqué con simpleza— Me atrapaste, por suerte.

Sebastian dejó de grabar y guardo su teléfono para mirarme.

—¿Le echaste sal?

Abrí mis ojos mucho y negué. Rápidamente busqué sal y cogí una cucharada.

—Espera. —sugirió Sebastian— Ya se están haciendo, mejor echa la sal en un vaso con agua.

Le miré confuso y él mismo me quitó la cuchara para hacer lo que había dicho. Luego de revolver el agua con sal la dejo caer en los espaguetis formando un círculo.

—Así se hace.

Asentí impresionado.

—No notó la diferencia.

Mi hermano soltó una rísita y palmeo mi hombro.

—Algún día lo entenderás. Estimado Esteban, si los espaguetis están hechos es mejor no lanzar toda la sal, sino diluirla para que penetre más. De lo contrario le haces una buena salsa que opaque lo desabrido y la haga destacar. Tenlo presente, es mejor dejar caer la sal poco a poco e ir mezclando para que no quede salado el resultado final.

—Eso sonó poético. —declaré burlón.

Pero vaya que luego me arrepentiría de no haber analizado sus palabras. Y no me refiero por la comida, sino por mi forma de actuar.

—Estos días estuve volviéndome culto en el arte de la poesía. —dijo desinteresado— Supe que a las chicas les gustan los chicos profundos.

Reí y él se me unió. Nos detuvimos al oír el timbre y dejé a mi hermano cuidando el espaguetis para ir a abrir.

—Si vas a venir siempre mejor mudate.

Amapola ladeo una sonrisa.

—Si eso quieres me lo pensaré. Sería interesante.

Curve mi sonrisa y di un paso adelante. Ella arqueo una ceja cuando ubiqué mis manos en sus caderas.

—¿Planeas besarme?

—Tengo que cobrar la entrada de alguna forma.

La vi bufar y me empujó para pasarme por el lado hablando.

—No soy una chica fácil cariño.

—No lo dudo. —murmure para mí.

Ella se alejó sin decir mas y yo observé sus cuevas; incluso caminaba de forma sexy. Negué recordándome que debía dejar de ir acostándome con cualquiera que tuviera buen cuerpo. Se suponía que quería ser mejor pero los malos hábitos son difíciles de quitar.

—¡Sebastian de mi corazón! —chilló entusiasmada Amapola— Holi.

—Hola amiga.

Volví dentro y me senté alejado de ellos pero no mucho pues quería ver y oír lo que hacían, pensaba que quizás así comprendería mejor porque se llevaban tan bien.



N/a
La canción de arriba la oí hace un tiempo y me resulto graciosa así que quería ponerla en alguna historia.

Si gustan pueden buscarla, se llama: "No tengo hambre, tengo ansiedad"

Mi promesa Where stories live. Discover now