Capítulo 26 (II)

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(POV Sebastian 2016, Barcelona)

—¡Sí!—exclame alegre—. Aprobé. No más universidad para Sebastian.

Moví mis manos haciendo gestos de victoria y me sonroje al notar que las personas me miraban raro al pasar. Mala mia el olvidar que estaba en la calle.

Saqué mi teléfono sonriendo y llamé a mi hermano. Eran las once de la noche y recién salía de uno de mis tantos trabajos temporales.

—Hermanito.

Llevé una mano a mi frente al oírle. Se encontraba muy borracho, se notaba.

—Esteban, ¿dónde estás?

—No sé —respondió—. Todo me da vueeeeltaaaassss.

—Enciende tu ubicación, iré a buscarte.

—Sho te quiero hermanito, ¿tú me quieresss?

Madre mía que descansas en la tumba.

—Si hermano, te quiero —contesté corriendo a la parada—. ¿Y tú carro?

—¡Lo tengo yo! —exclamó alegre—. ¿Respondí bien?

—Sí hermano, muy bien —expresé lo más calmado posible—. Cogeré un taxi y te buscaré.

—Ujum. Auch.

—¿Esteban? —inquirí preocupado.

—Tranquilo todo el mundo, estoy bien, estoy bien —dijo entre risas—. Solo me caí. Ahora voy a buscarrrr a mi... ¿A quién buscaba? Déjame poneme de pie, sentado en el piso parezco bobo.

—Esteban —repetí mientras hacía señas a un taxi—. Acabo de localizar tu dirección y voy en camino. ¿Me oyes?

—Si. Eso creo.

—¿Qué dije? —interrogue montándome en el taxi.

—Dijiste que saliera a buscarte.

—¡No! —grité aterrorizado—. Hermano.

Abrí mucho mis ojos al oír el pitido del teléfono y ver la llamada colgada. Le di la dirección al taxista y le pagué dinero extra para que fuera más rápido. Volví a llamar a mi hermano y quedamos en encontrarnos cerca de una parada.

...

Respiré hondo intentando calmarme y me sentí más tranquilo al ver a mi hermano detener su carro cerca de donde lo esperaba.

—Monta, Sebast.

—Muévete, yo conduciré —ordené.

—No tienesss liten... Litencia.

—Y tú estás borracho, Esteban. Es menos probable que yo provoque un accidente.

—Apestas conduciendo —indicó riendo como loco—. Ve a mi lado y lisssto.

Dudoso me senté en el lugar del copiloto y me puse el cinturón de seguridad.

—Vale, me sentaré aquí, pero si te digo que frenes debes hacerme caso.

Esteban asintió.

Seguimos el viaje sin problemas hasta que llegó un llamada de Lauren a mi teléfono.

—Hey, Lau.

—Tengo noticias que darles. Debí decirlo antes pero no tenía pruebas y ahora las tengo.

—¿De qué hablas? —inquirí confuso.

—¿Está Esteban?

Asentí y luego respondí.

—Pon el altavoz.

Confuso hice lo pedido.

—Listo Lauren, habla.

—Amapola, los engaño. Ella es policía.

Ante su comentario se inicio un silencio, y luego una fuerte carcajada de parte de mi hermano.

—Lo juró.—afirmó Lauren—. Les enviaré fotos.

—Lau...

Me callé porque ella colgó y de reojo observé a mi hermano conducir centrado en la carretera. Parecía más cuerdo. Oí mi teléfono sonar y revisé las fotos.

—Déjame ver las fotos —pidió Esteban y frenó.

Le di mi teléfono y lo observé. En las fotos se notaba claramente que Amapola estaba hablando con la policía y entregándole papeles, también estaba ella con la ropa y una medalla.

Esteban apretó su agarre al volante y cogió su teléfono para marcarlo.

—¿Dónde demonios estás maldita mentirosa?

Llamaba a Amapola.

—No te muevas de allí, iré a hablar.

Esteban aceleró y comenzó a conducir con más velocidad de la recomendada. Preocupado y aturdido me di unos minutos para pensar.

¿Qué podía hacer?

Mi promesa Where stories live. Discover now