Capítulo 35

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(2023)

—Han pasado un año más sin ti. Me alegra decir que ya te superé Amapola.

—¿En serio Esteban? ¿Entonces porque sueñas conmigo?

La miré y le sonreí.

—Nunca olvidó las cosas que quiero.

—Pues parecía que lo habías hecho cuando estabas enamorado de Jesnika.

Jesnika...

—¿Celosa? —interrogue risueño y suspiré—. Siempre te recordé en mi corazón. No importa cuantas mujeres conozca o ame, tú siempre quedarás grabada como la primera novia que tuve, y el primer beso que di con sinceridad.

—La primera pelea amorosa —añadió Amapola.

Reí y asentí, después tomé su mano.

—No quiero despertar.

—Tienes que hacerlo Esteban. Despierta.

Negué pestañeando para no llorar, aunque realmente me costaba.

—Prométeme que volveré a soñar contigo.

—Sabes que no puedo hacer eso Esteban. Levántate. Tienes una linda sobrina por ver.

—Criseb —murmuré y dibuje una pequeña sonrisa—. Te extrañaré, Amapola.

Vi que una sonrisa apareció en sus labios y luego me desperté.

—Al fin despiertas, tío.

—Buenos días, princesa.

—¡Tengo hambre! —exclamó eufórica y salto sobre mi cama—. Dame comida.

Me levanté y solté algunas maldiciones al sentir un dolor en mi nuca. Criseb me miró con los ojos muy abiertos y salió corriendo mientras gritaba.

—¡Dijo malas palabras! ¡Tío es mala influencia! ¡Se lo diré a mi mamá!

La esposa de mi hermano no me dejaría ver más a la mi sobrina si se enteraba. De por si nunca le caí bien.

Me levanté rápidamente y corrí en busca de Criseb, pero era tarde, estaba en los brazos de su padre.

—Regañalo —exigió señalándome con su pequeña mano—. Es un mal hablado.

—Esteban, tienes que tener cuidado con tu lenguaje. ¿Cómo se te ocurre decir palabrotas? Si mi esposa se enterá nos mata.

—Lo hice sin querer. Amanecí con dolor en la nuca. No quise asustar a mi sobrina preferida.

—Soy tu única sobrina, tío.

Sabía demasiado para tener solo tres años. Aunque desde el primer año era lista, igual que su tío.

—Bien dicho, princesa —felicitó Sebastian.

La niña sonrió y se acomodó la tiara de su cabeza para poner una mano en su cintura y otra cerca de su cuello. Era toda una diva.

—¿Quién le dará caramelos a la princesa? —indagó Criseb.

Sebastian y yo nos miramos y reímos en voz baja. Esa niña sería la candela al crecer. Ahora que hablaba bien era peor que de pequeña.

—Demasiado consentida por su madre —susurré en el oído de Sebastian.

Mi hermano me dio la razón asintiendo y bajo a su hija para buscarle los caramelos. De repente ella miró a todos lados e hizó un puchero.

—No tengo mi violín para tocarlo aquí.

—Yo te compraré otro —ofrecí sonriendo—. Así no estarás sin practicar cuando vengas a casa de tío, Esteban.

La vi dar saltitos con entusiasmo y abrazar mis pies.

—Gracias, tío.

...

—Un violín —murmuré confuso—. ¿Qué clase de violín puedo comprarle a una niña de tres años?

Revisé varias veces los instrumentos delante de mí y abrí mi boca al ver que entre tantos del mismo tamaño resaltaba uno grande, casi de mi tamaño.

—Ese es un violonchelo —informó una voz femenina.

Volteé y encontre a una chica con un viole... Violocho... Vilonlo. Violotelo. No me salía la estúpida palabra. Ella parecía tener cerca de siete años y, rayos, me resultaba conocida.

—Violonchelo —repitió sonriendo con diversión—. Si quieres te lo escribo. No me mires así que pareces idiota.

Sonreí algo avergonzado y la miré señalar uno de los tantos violines. Diablos, ¿a quién se parecía? ¿¡A quién!?

—Por casualidad te oí hablar y creo que uno como ese sería perfecto para tu sobrina. Llenalo de dibujitos y serás el mejor tío del mundo para ella.

—Ah...

Me reprendí por actuar como tonto y le extendí una mano, la cual ella nunca estrecho.

—Gracias. Me has ayudado mucho.

La vi negar moviendo suavemente su cabeza y voltearse. Ni me dijo su nombre.

Fui rápidamente a hablar con uno de los empleados y luego me pare frente a un mostrador a esperar. En ese instante vi a la misma chica acercarse y extender una mano en mi dirección, cuya agarraba una hoja de papel.

—Un regalo para tu sobrina.

Sin entender cogí la hoja y al girarla vi un dibujo muy hermoso, era una chica tocando violín. Sonreí y levanté la vista para agradecer, sin embargo la niña del violonchelo se había esfumado.

...

—Gracias, tío. Gracias, gracias, muchas gracias.

Criseb besó mi mejilla llena de alegría y luego se fue en el carro de su padre lanzándome besos desde allí hasta estar muy lejos.

Amaba a esa pequeña.

Era un pedazo de mi mundo.

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