Capítulo 12

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—¿Por qué tan pensativo?

Miré a Lauren y me quedé observándola en silencio largos segundos.

—¿Ahora qué? —inquirió asustada— ¿Tengo algo?

—Tienes todo.

—¿Perdona? —preguntó aturdida.

—Amistad, familia, dinero. —enuncie contando con mis dedos— E incluso conseguiste amor.

Ella me dio una sonrisa triste, algo lastimera, luego tomó mi mano y apretó un poco su agarre.

—Tú tienes a tu hermano y me tienes a mí. No se necesita mucho para ser feliz, basta con tener personas que te quieran de verdad. Yo te amo, como más se ama a un hermano.

—Lo sé hermosa. —aseguré y besé la muñeca de su mano— Yo también te amo como más se puede amar a una hermana.

—A veces apestas...

—Es que me ducho una vez al año. —interrumpí risueño.

Ella me dio un suave golpecito en el brazo con su mano libre, y me brindó una sonrisa sincera.

—Lamento ser tonto.

—Eres mi tonto. Me proteges como a nadie y eso lo paga todo. —indicó franca— Te prometo estar contigo hasta que seas suficientemente odioso como para dejarte tirado.

La mire ofendido y luego asentí aceptandolo.

—Pues, Lauren, yo solo puedo prometer no olvidarme de ti. Sabes que lo idiota no me lo quita nadie pero me estoy esforzando.

—Sigue así amigo. Verás que dios te recompensa.

Reí por lo tonto que me sonó su comentario.

—Eso si es que existe.

—¡Claro que sí! —exclamó convencida.

Volví a reír con más fuerza y ella cruzó sus brazos frunciendo el ceño. Me encantaba enojarla y eso nunca cambiaría.

...

—Buenas tardes hermanito. —saludé sonriendo alegremente.

Sebastian me observó y arqueo una ceja sentado en su mueble favorito con varias libretas y libros sobre sus pies.

—Parece que ser buena persona te tiene más alegre.

Me encogí de hombros y me dejé caer sentado en el sofá.

—Dígamos que tengo la mente tranquila. —expresé sincero— ¿Estudias?

—Hay pruebas y no quiero repetir el año.

—Siempre responsable, cosa que yo nunca fui. —comenté con nostalgia— Desearía haber sido mejor para ti.

—Eras pequeño cuando papá nos dejó, no sabías como lidiar con tanta carga.

—Fue repentino. —concorde asintiendo— Tú fuiste muy fuerte. Siempre has estado velando por nuestro bienestar.

Él sonrió y cerró una libreta para abrir otra y rascar su cabeza claramente cansado.

—Quería aligerar tu peso.

—Gracias hermanito.

Sebastian me miró perplejo y finalmente mostró una sonrisa.

—Para eso estamos los hermanos. No lo hacía para recibir un gracias, aunque es lindo oírlo Esteban.

—Ow son unas ternuras.

—¿Desde cuándo estás aquí? —inquirí mirando a Amapola.

Ella se sentó en el antebrazo del mueble de mi hermano sonriendo.

—Vine hace rato, estaba ayudando a tu hermano a estudiar pero tuve que usar el baño porque me toco lo usual del mes en mal momento. Por suerte tenía en el bolso una o dos diarias de emergencia, si me sirvió aprender a llevar de todo como Clavel.

—No sé a que te refieres. —declaré frunciendo mi rostro con confusión.

—Me alegra no ser el único. —susurró Sebastian.

Amapola se encogió de hombros.

—Lo entenderán cuando tengan novias.

Mi hermano y yo nos miramos confusos.

—Supongo. —murmure.

—Me voy ya. —avisó Amapola y beso la mejilla de Sebastian— Recuerda repasar.

—Vale. Te escribiré luego. Gracias por la ayuda amiga.

Ella sonrió y luego se dio la vuelta yéndose hasta la puerta. La seguí con la vista y la vi girarse para giñarme un ojo y lanzarme un beso. Sonreí apenado porque me cogió de imprevisto y aparte la vista. Oí la puerta cerrarse y me levanté con el objetivo de sentarme cerca de mi hermano menor.

—¿Cómo te ayudo hermanito?

—Puedes ayudarme a memorizar.

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