Capítulo 28

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(2016, Barcelona, España, 4 am)

Amapola estaba muerta. La mate. En cuanto cerro sus ojos no los abrió más. Oficialmente era el peor de los idiotas existentes.

—¡Abre la maldita puerta Lauren! —grite exasperado.

Di fuertes golpes en la puerta hasta que dolió mi puño y llevé las manos a mi cabeza respirando hondo en un intento de calmarme. Mi aliento se veía claramente al salir de mi boca por lo frío que era el clima en aquel diciembre.

—Lau te necesito —dije sincero y frote mis brazos sobre la tela de mi abrigo—. Estoy congelado.

Ella abrió un poquito su puerta y me miró por ese espacio.

—¿Qué quieres, mal nacido? Suerte que mi esposo no se enterá de nada cuando duerme.

—Déjalo y huye conmigo —pedí casi suplicando—. La policía anda buscándome, Sebastian no me apoya y tú eres la única que siempre me entiende.

—Hubieras pensado en eso antes de botarme de tu vida —réplico cortante.

—Perdóname —rogué.

—Pídemelo de rodillas.

Sabía que no lo decía en serio. No lo hice por mi ego. Sin embargo las condenadas lágrimas comenzaron a salir de mis ojos como nunca desde que murió mi madre.

—Pensé que al menos tú me escucharías —dije en voz baja.

—Debiste oírme antes —declaró muy seria—. Adiós.

Lauren cerró la puerta y me dejó helandome fuera. Lo peor fue lo que siguió. Oí el motor de un carro muy cerca, y luego a la policía diciendo que diera la vuelta lentamente, cosa que obedecí limpiando mi rostro y adquiriendo una expresión neutra, como si no escociera en mi corazón, como si fuese inhumano y no tuviera sentimientos.

Ni siquiera me asombró que fuese Sebastian quien me entregase y testificase mi peor pecado cuando llegó el momento de mi juicio.

Escuche en silencio desde el principio al fin y me quedé perplejo al obtener tan solo tres años en la prisión. El hecho de haber estado borracho me rebajo la condena.

Había hecho muchas cosas tontas y malas, sin embargo, nunca se mencionó otra acusación, nada de robos o apuestas ilegales, nada de vender drogas o comprarlas, solo fui juzgado por la única acción de la que en verdad me arrepentía, arrollar a la chica que quería.

Fui metido en la cárcel por tres años, no lo protesté, jamás me quejé, tampoco me metí con nadie a menos que se metieran conmigo creyendo que iba a dejarme hacer bulling. La primera vez acepté los golpes porque me los merecía, pero luego les mostré que no debían meterse conmigo.

Distraje mi mente en hacer ejercicio, conseguir información sobre las tendencias en perfume y empezar a aprender sobre el tema. No tenía muchos medios en la prisión pero me encontré un prisionero que me enseño todo sobre como manejaba antes su negocio.

El tiempo fue pasando. En el primer año me deprimí varias veces en silencio, sin embargo me obligaba a fingir estar bien. En el segundo me dieron una psicóloga la cual me coqueteaba cada que podía, debido a eso pude sacarle mucha información; me enseñó a reprimir mis sentimientos y manipular mi celebro para controlar emociones y reacciones. También me dijo como le iba a la familia de Amapola.

En el tercer año podía asegurar de que era un hombre renovado en mal sentido. Nuevamente fumaba y bebía, ahora no mostraba mucho mis emociones y ni me removia la conciencia estar de chica en chica.

Para cuando salí de la prisión conocía tres idiomas y tenía muchos tatuajes cuando antes solo usaba tres.

Todo parecía mejorar, pero seguía saber que haría con mi vida. Solo esperaba que no me trajese más problemas ese dos mil diecinueve.

Mi promesa Where stories live. Discover now