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「 ᴄʀᴜᴇʟ ᴇs ʙᴜᴇɴᴏ 」



Las pesadillas vuelven a atormentarme, y cómo me he acostumbrado en las últimas semanas, las imágenes en las que me pierdo en una bruma negra me invaden y me atosigan. Me levanto de un grito cuándo siento esas manos afiladas contra mi garganta; lo primero que me recibe al despertar de mi gran letargo es una sala en blanco. Mirando a mi derecha, distingo en mi brazo miles de cables unidos a este y los cuáles se ocupan de darme anestesia. Suspirando, termino por arrancármelas harta de aquella situación. Duele un poco, pero es bastante soportable.

No había otra cosa qué deseara más que liberarme de esta cárcel que se solía considerar un hogar en un pasado; mis pies tocan el suelo pulido en cemento y brillante cómo un cristal. Incluso me reflejo en el, y lo que veo no me gusta. Tengo ojeras y mi cabello está revuelto, causa de las muchas veces en las que he estado postrada en aquella cama de experimentos.

Con una pequeña sonrisa repleta de agonismo, me doy cuenta de que estoy en el laboratorio de mi familia que se encuentra en una sala subterránea a la que solamente se puede acceder por medio de una huella; y por suerte, había conseguido una muestra de ella hacía dos noches. Mi madre había sido una estúpida y una total ingenua al creer que me iba a rendir tan deprisa y aceptar mi supuesto fatal destino. ¿Se creía que me iba a quedar de brazos cruzados dejando que hiciera lo que le viniera en gana conmigo, solo por ser de su propiedad? 

Obviamente quizás me había equivocado al decírselo a los cuatro vientos, pero ahora estaba decidida a retomar mi plan y a llevarme de aquel lugar a mi hermana. Teníamos que huir de esa casa de locos.

Mientras camino por los distintos pasillos que realmente son muy similares, llego hasta la que se convierte en mi salida. Colocando la huella de mi madre que descansaba tras mi oreja, envuelta en papel sintético, la puse encima. Esta no tardó en abrirse, y por fin pude respirar mi libertad.

No obstante, todo se detuvo por aquella voz que me aclamaba de regreso con su típico tono metódico. Apretando mis manos con fuerza, poniéndolas por poco blancas, me doy la vuelta para enfrentar a la mujer que se había encargado de destrozar mis sueños solo por ser egoísta y desear el beneficio del mundo, incluso cuándo ambas sabíamos que se equivocaba.

—¿Qué demonios quieres ahora? ¿No te basta con atormentarme hasta en los sueños?

—Mi niña, lo único que hago es comprobar tus reacciones cerebrales, y cómo te he explicado miles de veces, solo busco tu bienestar. Nunca he querido haceros daño ni a tu hermana ni a ti, debes de confiar en mi palabra. —Lo único que sale de su boca son palabras desdeñosas y dolientes. 

Niego con la cabeza, no queriendo escuchar más de sus tonterías.

—¡Eso es mentira y lo sabes! ¡Lo único que quieres es continuar tu estúpida investigación! ¡Ni siquiera te importa que ambas nos veamos afectadas por tu deseo de utilizar mentes jóvenes! ¿Y qué pasa con todos los demás también? ¿Por qué no solo te rindes con esa ilusión, y aprovechas la vida que te queda? ¡Hacer un mejor mundo! ¿Ése no era tu deseo al principio? —grito a media voz, sintiendo que las lágrimas abarcan mis ojos y que la rabia crece en mi interior.

Ella mantiene ese rostro impoluto y de que nada le importa, y chasquea sus dedos. Al momento me alerto ante aquello, pero es demasiado tarde, no puedo evitar que hombres de blanco, aquellos que son los Vigilantes del Capitolio sostengan mis brazos y me arrastren de nuevo hacia dentro. Pataleo todo lo que puedo y juro que de mi boca sale de todo menos palabras decentes que van dirigidas hacia la mujer causante de ello. Siempre calculando todas las variables...

—¿De verdad que no te importa hacerle esto a tus propias hijas? —Le llamo la atención cuando pasa por delante de mí y sus ojos no me miran.

Se dedican entonces a llevarme a rastras hacia un pasillo oculto, uno que se encuentra en el Ala Oeste... y el miedo me aboca cuándo sé a dónde vamos. Intento resistirme todo lo que puedo, pero es en vano. Ella siempre tendrá poder sobre mí, y no puedo hacerle frente siendo quién soy ahora mismo. La enorme puerta de metal se abre ante mis ojos y cuando nos damos al ingreso, solo distingo dos camillas blancas, y en una de ellas, está la persona que más me importa: mi hermana. Está dormida, claramente, pero lleva una ropa extraña. Creo que lo único que me mantiene cuerda es el hecho de verla respirar con pausas constantes.

—¡¿Cómo has podido hacerle eso?! ¡¿Crees que somos muñecas nacidas para tu mismo servicio y entrega?! —Los altos hombres me llevan a la fuerza a la otra camilla—. ¡¿Acaso no tienes corazón?! —Sigue sin responderme, y lo siguiente que sé, es que tengo un montón de ataduras en el cuerpo. 

Al ver que son más fuertes que mi propia resistencia, me dejo caer rendida, con lágrimas cayendo sin control alguno. Al principio estaba de acuerdo con lo que hacía; la apoyaba siempre, pero después..., Al saber todo lo que hacía aquí, a personas inocentes, tuve miedo y por eso quise marcharme con mi hermana. Sin darme cuenta, nos había condenado a ambas.

Los guardias regresaron a sus puestos, y mientras se me estremecía todo el cuerpo, la vi venir hacia mí con esa asquerosa jeringuilla azulada. Negué con la cabeza varias veces, intenté que comprendiese el dolor que me causabas sus decisiones..., Pero a pesar de mis deseos, me la inyectó con más fuerza de la que debería y un quejido de mis labios.

—Nunca te rendirás, ¿verdad? Ahora sé que eres capaz de sacrificar a tu misma familia solo por tus deseos ególatras y miserables. —Mi cuerpo comenzó a decaer, y supe que la droga estaba haciendo efecto. Se me adormecían las extremidades mientras un fuerte dolor de cabeza se me repartía sin descenso.

Entonces, mientras parpadeaba varias veces para mantener la imagen de mi madre intacta, escuché que me hablaba. Sus manos me acarician el cabello y siento que en realidad se tratan de las que antes intentaban ahorcarme. Con todo el esfuerzo del mundo, giro mi cabeza para visualizar a mi dulce hermana y mantener el deseo de esperar que al despertarnos, permanezcamos juntas como siempre.

Violet... —Su nombre sale reseco en mis labios y es lo último que puedo decir al sentir que mis ojos se cierran profundamente para caer en un sueño del que temo que sea eterno.

La mujer de aspecto rígido sigue acariciando su cabello, para borrar esa sonrisa que constantemente suele mantener para enfrentar al mundo. Pierde su mirada en el rostro juvenil de su hija, y haciendo trizas su corazón, vuelve a repetirse como vigésima vez en el día que lo que hace es por el bien del mundo entero, y que da igual quién sufra en el proceso. Solo importan los resultados.

Aun así, se inclina para regalarle un beso en la frente esperando que con ello, sus hijas tengan suerte y no perezcan en la misión que les espera.

—Puede que no logréis entenderme del todo ahora, pero... Recordad siempre esto. —Da una señal a los guardias que esperan para llevarse las camillas con ellos, y observa cómo desaparecen tras las puertas de la sala después de su orden—. Por duras que os resulten Las Pruebas, CRUEL es bueno.

N/A → Saludos, mis ángeles, ¡aquí les traigo el primer capítulo! ;3

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N/A → Saludos, mis ángeles, ¡aquí les traigo el primer capítulo! ;3

Espero que les haya gustado mucho, de verdad; tengo mucha inspiración últimamente y no dejo de escribir, así que no se sorprendan si vengo y les traigo tres capítulos de golpe. Cualquier duda, me dicen, ¿está bien?

Los amo mucho a todos, ¡y nos vemos con las próximas noticias!

Se despide xElsyLight.

𝐓𝐇𝐄 𝐒𝐂𝐎𝐑𝐂𝐇 𝐓𝐑𝐈𝐀𝐋𝐒 𝐈𝐍 𝐅𝐈𝐑𝐄 | Newtmas (𝑨𝒖) ²Donde viven las historias. Descúbrelo ahora