⇁ 20 ↼

266 36 254
                                    


「 ᴄᴏᴍᴏ ᴜɴ ʟᴇᴠᴇ sᴜsᴜʀʀᴏ 」



—¡Esto está jodidamente ardiente! —Es la voz de Ethan la que aúlla con gravemente y rota, y no puedo estar más en de acuerdo con mi amigo.

Trato de abrir los ojos entre medias de la luz deslumbrante que me quema los ojos, mientras siento a Brenda deslizarse de mis brazos y jadear por aire. Estamos todos iguales; en ninguno de los posibles casos podríamos haber imaginado la magnitud del fuego abrasador que nos aplastaba desde arriba. Abro la boca para hablar y una nube áspera de calor seco se desliza por mi garganta, destruyendo a su paso cualquier vestigio de aire o humedad que guardaba conmigo. Trato de inspirar oxígeno, pero es como si tuviera una fogata dentro del pecho.

Sigo escuchando a Brenda quejarse agitadamente, y cubriendo mis ojos con el borde de mi mano, intento ver qué demonios hace. La luz incluso atraviesa mi pequeña protección, pero aun así, soy capaz de distinguirla a unos metros de mi. Está sacando todo lo de la mochila, buscando, probablemente, algo con lo que taparse. De inmediato pienso en hacer lo mismo; así que le doy la espalda al blanco resplandor y lanzo mi mochila al suelo. 

Aun no he tenido la oportunidad de ver como andan los demás, pero espero qué al menos puedan escuchar mi voz: —¡Envolveos la cabeza con cualquier cosa que encontréis en vuestras mochilas, como está haciendo Brenda!

Me parece escuchar una maldición por parte de Heather, y Alec no deja de graznar adolorido; también me gustaría saber en qué condiciones está.

Sin querer distraerme demasiado, me centro en mi mochila.  Comienzo a remover las cosas de su interior, dándome cuenta de qué tenemos un buen número de comida y agua y de qué por lo menos, estamos abastecidos para unos cuántos días. Finalmente, encuentro dos sábanas gruesas y sacando con rapidez una de ellas, me la echo encima. Sinceramente, el alivio es poco, pero suficiente por ahora. Me aseguro de darle unas cuantas vueltas y me siento algo mejor. Decidido, no me detengo y utilizando la otra sábana, cubro las cosas que resguarda la mochila para protegerlas del calor en la medida de lo posible.

Con una visión más agradable y adaptable, cierro la mochila y me fijo en mis compañeros. La mayoría ya tiene una sábana similar a la mía sobre sus cabezas, salvo una persona: Ethan, quién parece tener problemas en encontrarla. Heather está atándose la cabeza y por eso no ha podido ayudar a su compañero, así que dejando mi mochila en su sitio, y sin preocuparme de qué alguien pueda quitármela, me acerco con cuidado a Ethan; no le da la espalda al sol, y mayormente por eso se le dificulta su misión de encontrar algo con lo que cubrirse.

Alcanzo sus agitadas manos que rebuscan en la mochila, y mirándome asustado, con los ojos muy entrecerrados, tomo su búsqueda. Por mala fortuna, mi amigo no tiene dos sábanas como yo, pero pienso en qué en caso de qué sus cosas se dañen, podemos compartir entre todos lo que dure este viaje. Con cuidado, le digo que se mantenga quieto y voy colocándole la sabana gruesa encima.

Sus manos me acarician las mías con delicadeza, y sé que me está dando las gracias. Yo le doy un golpecito en la cabeza con suavidad y tendiéndole la mochila, reviso mi alrededor.

Con qué está es la Zona Infernal, pienso mientras distingo en nuestros alrededor solo arena y más arena. No hay árboles a la redonda y temo que no lleguemos a nuestro destino.

Mientras todos seguimos luchando por respirar, Teresa suelta como una de las mejores ideas que inhalemos y exhalemos grandes bocanadas de aire con rapidez para recuperarnos y acostumbrarnos. Extrañamente, y aunque debería tomarme el comentario con ironía, todos comenzamos a hacerlo: nos cuesta unos minutos, pero de pronto todo se vuelve un poco más cómodo. Sigue sin ser agradable, por supuesto, pero más soportable.

𝐓𝐇𝐄 𝐒𝐂𝐎𝐑𝐂𝐇 𝐓𝐑𝐈𝐀𝐋𝐒 𝐈𝐍 𝐅𝐈𝐑𝐄 | Newtmas (𝑨𝒖) ²Where stories live. Discover now