Capítulo 3

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Amores de mi vida, sé que prometí capítulo para el día de ayer, pero sucesos que se escapaban de mis manos lo impidieron, aunque aquí está lo prometido.

Me divertí mucho viendo los memes que han estado enviado, los noto muy activos y eso me agrada.

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Todo estaba bien, hasta que ya no.

Todos estamos agitados mientras tomo la mano de Sango quien tiene el rostro cubierto en sudor y jadeos de dolor que se le escapan de sus labios cada vez que una nueva contracción la visita. Horas, son horas en las que estoy viendo a mi mejor amiga sufrir y por un momento me planteo si es buena idea el concebir un bebé, porque eso se ve como que duele demasiado.

La madre de Sango quería entrar con su hija, pero Sango me miró con lágrimas en los ojos pidiéndome que no la deje sola, y aunque papá no quería que entre con ella porque bueno, es obvio que necesito un descanso, jamás la dejaría sola.

Es por eso que sujeto su mano mientras ella jadea, su rostro sonrojado, su frente brillando por el sudor al igual que su cuello.

—Tengo miedo—confiesa en voz baja respirando agitada—y duele mucho, Dios, siento que me están partiendo en dos y no como quisiera—podría reírme de lo que dice, pero lo cierto es que yo también tengo miedo de que algo pueda pasar.

—Eres fuerte, darás a luz a un niño sano y hermoso como sus padres—susurro odiando la sensación de que mi mejor amigo esperó tanto tiempo para este momento y ahora no está presente.

Siento que una vez más le estoy arrebatando algo a mis amigos, algo que era solo de ellos, era su momento y aquí estoy una vez más, dañándolos de alguna manera. Interrumpiendo sus planes.

—Solo quiero que nazca, esto duele—susurra en voz baja. Saco un pañuelo que me dio papá antes de entrar y limpio su frente con suavidad, hago lo mismo con su cuello y luego me inclino dejando un beso en su frente.

—Nacerá, paciencia, aun no has dilatado lo suficiente—respondo lo que le escuché decir a la doctora que atenderá a Sango.

—¿Cuántas horas llevamos en esta tortura?—cuestiona con voz enronquecida.

—Creo que llevamos más de seis horas—susurro con tranquilidad. Aunque no me siento muy bien, papá tenía razón al decirme que debía quedarme afuera y tratar de descansar un poco, todo el cansancio tanto físico como mental me está pasando factura.

Estoy agotada, tanto que siento que en cualquier momento podría caer en la inconciencia, pero me mantengo mostrándole un rostro sereno a Sango y cuidándola. Unos minutos después Sango grita tanto que me estremezco, entonces nos avisan que ya está preparada para poder dar a luz.

No miento cuando digo que el dolor que se refleja en Sango me hace cuestionarme muchas cosas, ella llora y cuando le indican que puje, lo hace sujetando tan fuerte mi mano que tengo que morderme los labios para no acompañarla a chillar, porque duele su agarre de muerte.

Travieso AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora