Capítulo 26

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Pronto entraremos en la recta final del libro.

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Inuyasha

El maullido de molestia me hace bajar los ojos al gato de Kagome quien se estira sobre la alfombra de la sala como si mi casa fuese suya. Hago una mueca porque donde yo veo un pequeño gato flacucho, Kagome se encuentra a la cosita más adorable del mundo.

Me agacho y paso un dedo por el pelaje que está creciéndole mientras más cuidados recibe por parte de Kagome, es suave y me relajo por un momento, antes de que el jodido gato me aruñe y suelte un bufido. Maldigo alejando la mano y lo miro con odio, el gato parece mirarme igual y solo cuando escucho los pasos de Kagome es que alejo los ojos de la bestia esa que se comporta como una ternurita en cuando Kagome se sienta a mi lado.

Veo como el maldito gato va a los pies de Kagome frotándose contra ella y maúlla como una cosita tierna y no como el salvaje que es. Kagome sonríe y se agacha tomándolo para llevarlo a su regazo, lo acaricia y juro que la bola de pelos me mira como si él tuviese el poder.

—Ese jodido gato es un farsante Kagome, regálalo—una vez más intento deshacernos del gato, Kagome frunce el ceño y niega.

—Es mi gato, no lo molestes, además, mira lo tierno que es—y como si fuese una película de comedia, el gato se pone aún más encantador que antes. No soporto a la bola de pelos, y menos aun cuando Kagome la atención que debería darme a mí, se la da a él—¿irás?—su pregunta no me sorprende, la ropa que llevo es totalmente negra. Sonrío un poco cuando ella lo hace y el gato ronronea acurrucándose hacia ella.

—Iré—respondo.

Porque tenemos a Hoyo en unas de las bodegas que el tío de Kagome tiene, a petición de su padre y mía, Kagome tiene prohibido el acercarse a ese idiota. La doctora fue muy clara y sé que Kagome se alterará si lo tiene cerca, y más cuando ese imbécil fue quien me apuñaló.

La decisión no le gustó para nada a Kagome, es una suerte que mi esposa es algo razonable y nos dio la razón. Lo menos que quiero es a Kagome cerca de algunos de esos imbéciles y menos cuando apuñaló a Hoyo y luego quería seguir haciéndolo, aunque la herida no fue nada grave porque el cuchillo no estaba tan afilado, Kagome le provocó daño de igual manera.

—Quiero saber todo lo que le saquen, no quiero que me mantengan al margen, prométeme que me dirás todo—la observo con cuidado. Kagome lleva un vestido de tiras finas que nada hace por ocultar el chupetón que dejé en su clavícula en día de la fiesta.

Casi sonrío porque ese si fue un momento agradable, exceptuando cuando Kagome me abofeteó, pero, aunque nunca lo admita, sí que me gustó verla así de desatada.

Cuando pienso que conozco a la perfección a mi esposa en lo sexual, siempre me sorprende. Mis ojos bajan a sus tetas donde las puntas de sus pezones se asoman en la tela. Las ganas de volver a tenerla gimiendo y gritando para mi comienzan a hacer estragos. Además de que saber que Kagome sigue con un dolorcito cada vez que camina, me infla el maldito pecho como el cavernícola que soy cuando de ella se trata.

Travieso AmorWhere stories live. Discover now