Capítulo 22

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Hay secretos que a veces es mejor mantener ocultos, porque dañan y te hacen cuestionarte cosas

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Hay secretos que a veces es mejor mantener ocultos, porque dañan y te hacen cuestionarte cosas. Ahora mismo estoy despierta, pero no he mencionado palabra alguna. Estoy en la cama de la habitación de la mansión que le dejé a papá cuando me casé con Inuyasha.

Estoy sola, pero tengo el estómago revuelto y lo menos que quiero es moverme y empeorarlo, desde que desperté los recuerdos que creí bloqueados se están asomando como un fantasma en mi mente, uno que espera el momento menos oportuno para hacerme sentir terrible.

Cierro los ojos y los gritos de Abi me siguen como una horrible canción de terror que no deja de sonar. Abi me detesta desde que somos niñas, quiso matarme en ese momento, pero luego no.

Estoy tan confusa, me levanto despacio y camino hasta el baño. El pálido rostro es lo que el espejo refleja. En mis ojos hay reconocimiento, pero siento nauseas, el daño que le hicieron, nunca lo supe, ella nunca me dijo que fue lo que pasó, pero si recuerdo muchas cosas.

Sobre lo que vino después de la masacre de la familia de Ken, como ellos lo ocultaron, como mataron a cualquier persona que sospechara lo que había ocurrido en ese lugar.

Tantas historias que permanecen oculta, ¿hasta dónde llegaran los secretos de la familia Higurashi?

Abi está silenciosa, Abi ya no juega conmigo.

Ella siempre permanece encerrada en su habitación, aislada de todos y solo la chica que mamá contrató entra a su habitación, pero cuando lo hace Abi llora mucho y eso me rompe el corazón y me hace llorar a mí.

Pronto acabaran las vacaciones, pero quiero a mi hermana devuelta. Es pasada de las 22:00 de la noche y sé que si mamá descubre que no estoy en mi cama se va a enojar, juego con mis manos y camino hasta la puerta de Abi, toco, pero nadie me abre. Armándome de valor abro la puerta y me adentro dándole una sonrisa temblorosa a la soledad de su habitación.

—Abi—la llamo, pero ella no responde. Camino hasta su cama subiéndome en ella, Abi se incorpora y enciende la lampara. Sus ojos me observan, pero no se sienten como mi hermana.

—¿Qué haces aquí, Kagome?—mi labio tiembla cuando ella me habla con una frialdad que no estoy acostumbrada. Abrazo mi peluche, el que ella me regaló con fuerza y la miro.

—¿Ya no me quieres?—la pregunta que me hago cada noche desde que ella volvió sale como un sonido tembloroso de mis labios.

Abi se queda en silencio y las lágrimas bajan por mis mejillas, no quiero que Abi me odie. No recuerdo qué le hice para que ya no me quiera, todos los días pedí hablar con ella, pero nunca me dejaban o cuando ella llamaba, llegaba tarde para poder comunicarnos.

Travieso AmorWhere stories live. Discover now