XXIII. ❝Falsedad.❞

1.4K 154 19
                                    

[...] 


Esa mañana despertó pensando en el trabajo. Despertó pensando en Harry y despertó pensando en los libros de los que Louis le había hablado. Todo a la vez.

Era muy temprano aún, por lo que decidió —casi milagrosamente— ponerse a desempacar.

Cientos de cajas esparcidas por la sala del departamento. Cosas que debió haber arreglado hace meses pero que por pura flojera fue dejando de lado y posponiendo. Hasta ahora.

Comenzó por la primera caja. La primera de muchas que tenían que ser desempacadas.

Platos, vasos, cucharas, cuchillos, tenedores...

Esto sería muy largo.


[...]


Dos horas después había desempacado muchas cajas, por lo que el departamento estaba más parecido a un hogar que a una bodega con una habitación, un baño y una cocina. Se alegró un poco al ver cómo su departamento comenzaba a tomar un ambiente más hogareño.

Tal vez podría pintar el departamento...

No sería una mala idea, ya que el tiempo le sobraba por las tardes.

Suspiró y se fui a dar una ducha rápida, se vistió y cepilló sus dientes.

Luego de estar listo y con un abrigo que le daba el calo necesario para no congelarse en medio de la calle, se puso un gorro de lana y salió de su departamento que ahora sí parecía departamento.

Bajó las escaleras y salió del edificio, para luego encaminarse a la casa de Harry.

Se sentía nervioso por ir, ya que hace varios días que no lo veía y que el rizado sabía a ciencia cierta que había preferido pasar sus días con Louis que con él.

Y, muy internamente, de cierta forma había comenzado a extrañar a Harry.

Sí, pasar tiempo con Harry era divertido y eso no se podría negar con nada del mundo. También le gustaban las conversaciones imparables que tenía con él, las cuales eran más o menos monólogos de Harry, ya que el rubio no sabía qué responderle y luego de unos segundos él mismo se terminaba respondiendo.

Rió levemente por los recuerdos.

Sí, definitivamente lo extrañaba.


[...]


Los nervios carcomían al pelirrojo por dentro y antes de abrir la puerta tuvo que tomar mucho aire y secarse el sudor que se formaba en la palma de sus manos en la costosa tela de sus pantalones. Sus padre si hubieran visto eso le hubieran regañado un montón, nunca soportarían que su adorado hijo hiciera algo tan vulgar —a sus ojos— como limpiarse las manos en una costosa prenda de diseñador.

Cerró los ojos y contó lentamente hasta cinco.

Tenía que hacerlo, solamente era una mentira piadosa, nadie saldría herido. Es más, todo sería mucho más fácil desde ahora.


—Charlie, ¿ya abriste la puerta, cariño? —su madre sacó al ojiazul de sus pensamientos.

—No, madre, ahora la abro —contestó él, alzando la voz lo suficiente como para que ella lo escuchara, pero no tanto como para que su madre lo tomara como una falta de respeto.

puzzle; nouis.Where stories live. Discover now