XXVIII. ❝Amigo.❞

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Niall.


—Ni siquiera fue tu culpa, Niall, tú solamente intentaste protegerlo.


La llamada duraba, hasta ahora, aun más de diez minutos, algo muy extenso para cualquier chico.


—Lo sé, pero Louis se lo tomó de otra manera, Harry —suspiré pesadamente.


Harry había estado hablando conmigo sobre Louis y sobre lo que había sucedido sin siquiera decirme —o, bueno, "recordarme"— que Louis no era bueno para mí.

De hecho a mi me parece perfecto, al menos me estoy dando cuenta de que Harry sí está aceptando que a mí me gusta Louis.


—Tal vez no fue el momento en que llegaras. Pensé que sabías lo que pasaba cuando alguien se enteraba de que era mentira —la respiración pesada de Harry se sentía al otro lado del teléfono.


Eran ya cerca de las cuatro de la tarde, había intentado hablar con Louis pero siempre me colgaba o me dejaba los mensajes en visto.


—Lo sabía, sólo que no pensé bien... —una pequeña mueca se formó en mis labios al decir eso.

—Intenta hablar con él mañana, Niall, él no estará enojado para siempre. Tarde o temprano se dará cuenta de que intentaste ayudarlo —Harry se tomó un breve descanso antes de continuar hablando—. Además, en una semana no le podrán hacer nada. Y tú tampoco permitirás que algo así volviera a pasar.


Asentí levemente con la cabeza, completamente consciente de que Harry no me estaba viendo.

Había que darle algo de tiempo al asunto, esperar que Louis se diera cuenta de que quería ayudarlo y no perjudicarlo.

Tal vez sí que hice mal en llegar en ese momento y no antes gracias a que me quedé dormido.


—Harry, ¿puedes ir al centro comercial conmigo? —Pregunté, intentando cambiar de tema.

—No, lo siento, estoy en la casa del chico pelirrojo, Charlie, mientras llegan sus padres —se excusó y casi lo pude ver sonriendo de lado.

—Oh, está bien. —me desanimó un poco que no pudiera venir conmigo.

—¿Nos vemos... mañana en la tarde? —Dudó él, sabiendo que yo estaba suspendido por casi toda la semana. 

—Claro, mañana nos vemos.


[...]


Tenía muchas ganas de comer unas donas que vendían en una tienda en el centro comercial e iba a ir a comer con o sin compañía.

Había emprendido mi viaje cerca de las cuatro y media de la tarde, por lo que en unos diez minutos de caminata ya había llegado a mi destino.

Subí las escaleras y fui a un Dunkin Donuts.

Amaba las donas de ese lugar, sobre todo las de dulce de leche con azúcar en polvo.

Pedí dos de ellas con una bebida a un precio en el que posiblemente me comería varios hot-dogs en la calle.

Me senté en mi bandeja y comí lentamente hasta terminar las donas y el contenido del vaso de bebida.

Fue entonces cuando me levanté, fijándome que tenía toda la camisa y parte de mis jeans con azúcar en polvo y probablemente también mi rostro.

puzzle; nouis.Where stories live. Discover now