XXVII. ❝Oficina del director.❞

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Niall.


La enfermería de la secundaria era un lugar frío, sin importar a cuantos grados estuviera el aire acondicionado, al parecer siempre estaba frío ahí dentro.

También era un espacio grande, aunque no exageradamente.

Lo suficiente para que en una camilla estuviera Louis con un pedazo de algodón en la nariz para parar la hemorragia, yo estuviera sentado a su lado en una silla con la mano vendada y hielos y Zayn en otra esquina con una bolsa de hielo en la mandíbula, además de un chico pelirrojo con intolerancia a la lactosa que sin querer consumió leche.


—Lou, no estés enojado conmigo, en serio lo siento —murmuré, masajeando un poco mi mano adolorida con el hielo.


Él no contestó, sólo se dedicó a respirar por la boca y a mantenerse con los ojos cerrados.


—Lou, por favor... —repetí.


Lo habíamos pasado genial estos días y no quería que eso acabara porque Louis había tomado en mal mi intento de defenderlo.


—Hablamos después, ¿quieres? Justo ahora no estoy de humor —habló cortante, haciendo que diera un suspiro.


Unos minutos después llegó Harry, sentí a Zayn bufar al verlo.

Le di una media sonrisa a mi amigo y al cabo de unos segundos comenzamos a hablar.

Él sólo preguntó cosas como, "¿te hiciste mucho daño?", ya que no sería muy correcto hacer preguntas muy detalladas, ya que no sería cómodo con Zayn y Louis ahí.


—Louis, Zayn, Niall, el director los quiere a los tres en su oficina —avisó la castaña enfermera, mientras caminaba hacia el chico pelirrojo.




Harry.


—Harry, ya que estás aquí, ¿podrías acompañar a Charlie a su casa? Sus padres no pueden venir a buscarlo.


Charlie. Charlie era el nombre del pelirrojo que el otro día había visto.

Sonreí y asentí con la cabeza.

Los otros chicos habían salido hace unos segundos, yo solamente le había deseado suerte a Niall.

Porque, primero que nada: Había golpeado al sobrino del director. Y el sobrino del director, todos sabíamos que era intocable, porque, aunque no debería, lo apoyaba en todo lo que hacía y jamás le daba castigos.

La enfermera que anteriormente me había pedido que llevara a Charlie a su casa me tendió una bolsa de papel.


—¿Y esto para qué? —pregunté, tomando la bolsa y abriéndola, intentando verificar si había algo dentro.

—Charlie bebió leche y es intolerante a la lactosa, ¿sabes los síntomas? —Ella arqueó una de sus cejas.


Negué con la cabeza varias veces.

Aunque me podía imaginar más o menos en qué iba.

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