Parte 2.

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La habitación de Lauren era como la de ella, mismos espacios, misma disposición de las camas, mismas cómodas, mismo lugar del cuarto de baño. Las camas uniformemente tendidas e impolutas. 

Camila repasó todo con sus ojos vivaces desde la puerta, mientras que Lauren sacó un suéter de su cómoda y se lo puso sobre la camiseta.

_¿No quieres entrar? -Le preguntó al ver que la niña seguía en la puerta, pero Camila negó con la cabeza.

_¿Tus compañeras dónde están? 

Lauren se encogió de hombros.

_A algunas nos asignaron novatas y a otras las tienen ayudando con la decoración de la cena de recepción.

Camila asintió con la cabeza, conforme con la respuesta y Lauren esperó por más preguntas, pero no llegaron.

_Camila, cuando salgamos de los dormitorios, vamos a estar en los patios y hará frío. -Le informó. _¿Quieres que vayamos por un abrigo para ti?

Camila lo pensó unos segundos y volvió a negar con la cabeza.

Lauren analizó a la niña, tan flaquita, tenía unos jeans azul claro, botas y una sudadera con un unicornio colorido en el pecho que parecía ser gruesa.

La condujo a la salida de los dormitorios y la llevó al enorme patio central, en donde se cruzaron con más chicas. Las chicas grandes saludaban a Lauren y ella correspondía con los dos dedos en señal de V.

_En las mañanas cuando estés arreglada, debes bajar a este patio a esperar el llamado a desayunar. --Le indicó. _En las noches, después de cenar, también venimos a este patio y la prefecta hace poner música y algunas bailamos durante media hora.

_Yo no sé bailar. -Le confesó Camila sintiéndose cohibida.

Lauren le restó importancia con un gesto.

_Ya aprenderás. -La reconfortó. _Yo tampoco sabía cuando llegué, pero si no te gusta, puedes caminar, o jugar cuando tengas amigas.

Amigas, pensó Camila. En su antiguo colegio tenía algunas a quienes tampoco iba a volver a ver y esa idea la apesadumbró más. 

_¿Te gusta estar aquí? -Inquirió Camila, mientras caminaban por todo el patio.

Lauren buscó los ojos de la menor, pero ella le esquivó la mirada. Lauren era empática con la niña, ella se había sentido perdida cuando llegó por primera vez y había tenido la mala suerte de que le asignaran una madrina poco amigable. Eso le había hecho la vida complicada porque tuvo que aprender a moverse por la institución sola y varias veces la prefecta la regañó porque no cumplía bien con los horarios. 

_Me gusta estar aquí. -Le dijo con suavidad. _A ti también te va a gustar. -La animó.

Camila quiso creerle, pero no lo consiguió. 

La noche ya estaba cayendo y con ella el incremento de la angustia interior que sentía Camila. Nunca había estado lejos de su mamá, ni siquiera un fin de semana. No sabía cómo iba a hacer para sobrevivir sin ella. Cada mañana, después de darle los buenos días a su hermano, Grace ingresaba a su habitación y la despertaba con besos. Después de bañarse y vestirse, bajaba a la cocina a desayunar y generalmente le acomodaba la ropa, le amarraba las agujetas y la peinaba. A ella no le gustaba hacerlo, si de ella dependiera, solo sacudiría la cabeza y ese sería su peinado. Ahora le había entrado el pánico de cómo iba a hacer para peinarse el día siguiente. ¡Y para amarrarse los zapatos!

Su mamá los recibía cada tarde al regresar, con abrazos y besos. Normalmente fingía enojo cuando la veía llegar despeinada y desarreglada de tanto correr y jugar, pero luego se reía cuando oía cada historia que le contaba sobre el día. Después de cambiarse la ropa sucia, la acompañaba a ella y a su hermano a hacer las tareas para el día siguiente y se aseguraba de que les quedaran bien hechas, pese a las protestas de los dos. Después de los deberes cumplidos, los dejaba ver la televisión o jugar algún video juego hasta que fuera la hora de cenar.

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