Parte 31.

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Camila bajaba las escaleras de la salida principal de la universidad, aislada del mundo con los cascos en la cabeza escuchando noticias internacionales, para estar informada de lo que sucedía en el mundo y poder participar en las reuniones con Clariss y el equipo del canal.  De pronto sintió que alguien le obstruyó el paso y al levantar la mirada se encontró con el rostro de su novia que la miraba como miraría un niño pequeño que sabe que está cerca de recibir una reprimenda por su madre.

_¡Amor! -Le dijo con un hilo de voz, completamente sorprendida por su presencia porque la creía en Miami junto a su familia.

Lauren cerró la distancia entre ellas y la estrechó en sus brazos con delicadeza.

_Perdona por no avisarte que vendría, mi amor. -Le habló al oído y luego repartió varios besos en su cabeza.

_¿Cómo estás? ¿Está todo bien? -Le preguntó Camila, buscando su mirada, cuando deshicieron el abrazo.

Lauren simplemente se encogió de hombros y la abrazó de lado para empezar a caminar hacia el estacionamiento.

_¿Tienes que trabajar? -Inquirió y Camila asintió con la cabeza, a la vez que lamentaba su suerte por no tener esas horas libres para poder compartir con su chica.

_Sí, esto de ser becaria en el canal me consume mucho tiempo. 

_Entonces te llevo. -Decidió Lauren y Camila no se negó, pese a que tenía el auto que le heredó su hermano y poco le importó dejarlo ahí.

Caminaron hasta el auto de Lauren y una vez adentro, ella se inclinó hacia Camila y la abrazó de nuevo.

_Eres lo único que extraño de esta ciudad. -Le confesó y luego le dio un beso suave en los labios.

Camila no supo cómo responderle, inicialmente creyó que había regresado para quedarse, pero con eso que acababa de decir, era evidente que no tardaría en decirle que se iba de nuevo y la alegría que había sentido inicialmente, se esfumó de tajo.

La dejó en el canal y prometió volver por ella cuando terminara la jornada. Esa tarde, Camila se sintió como un tronco arrastrado por la corriente que no sabía si iba a ser arrojado a la orilla o arrastrado al mar. Así iba ella viviendo la vida dependiendo de las decisiones de su novia, que aunque trataba de comportarse como era antes, podía leerse en sus ojos que ya no era la misma. Le oprimía el alma pensar que la relación de ellas naufragaba, se preguntaba en vano si tendrían todavía una oportunidad, pero en el fondo sabía que la muerte de Tay y sobre todo, la forma en cómo ocurrió, habían marcado a Lauren y su proceso de sanación iba a ser muy largo, si es que algún día terminaba por conseguirlo.

Comprenderla no le servía más que para aceptar la realidad irreversible y esa realidad era que Lauren no soportaba estar en New York, le había bastado con verla conducir y observarla por poco menos de media hora para sentir su incomodidad, su asfixia. Era como cuando alguien usa unos zapatos dos tallas más chicas, que no le permitirá moverse bien y sentirse a gusto en ningún sentido. Quizá tampoco soportaba seguir viviendo la vida como lo había hecho hasta entonces y necesitaba una nueva piel, un nuevo horizonte.

Cuando pasó por ella, sobre las ocho, la invitó a cenar a un pequeño restaurante cerca de su piso. Camila siguió debatiéndose en su drama interior, porque la Lauren de antes habría preferido comprar para cenar en casa, mientras intercambiaban caricias y palabras de cariño. Cuando eligieron mesa y se ubicaron frente a frente, pudieron mirarse a los ojos largamente, como en una sesión de reconocimiento bilateral. Lauren sabiendo de cierto que le iba a causar una pena grande a su chica con la noticia de irse por seis meses y Camila leyendo en esa mirada sin brillo, el martirio que no había disminuido en su alma.

SeculorumWhere stories live. Discover now