Parte 20.

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_¡Amor! No te oímos llegar. -Le dijo Grace acercándose a él para saludarlo con nerviosismo.

Camila permaneció de pie, sosteniendo la bandeja con las galletas que necesitaban meterse en el horno y con el rostro adusto. Desde que descubrió sus sentimientos por Lauren, había pensado muchos escenarios de cuando se enterara Richard, pero ninguno se parecía, ni de lejos, a como estaba pasando en realidad.

_¿Y bien? -Insistió, ignorando a su mujer y con los ojos clavados en su hija.

No era que ella no quisiera responder, es que no podía. Su cerebro solía entrar en huelga cuando estaba frente a él.

_Amor, ven siéntate. -Le pidió Grace tomándolo de la mano. _Vamos a hablar, pero necesito que estés relajado.

El hombre no muy convencido, se dejó guiar por la mujer y tomó una de las sillas alrededor de la isla de la cocina, justo al otro extremo de donde se encontraba Camila, quien aprovechó el momento para agacharse y meter la bandeja al horno y de esa manera poder respirar profundamente, esperando que ese aire extra la llenara de fuerza para mantenerse de píe ante él.

_Amor, la niña lleva varios años sintiendo que le gusta una amiguita. -Le contó la mujer sin rodeos, porque lo conocía bien y era el modo como le gustaba a él hablar los temas.

_Y ella... -Iba a seguir hablando, pero Richard la detuvo con una mano en alto.

_Mujer, deja que ella hable. -Le pidió con impaciencia y con los ojos clavados en Camila.

Pero Camila seguía sin encontrar las palabras. Su cerebro era un lienzo sin empezar y pese a que se esforzó, no pudo vocalizar nada. Más tarde escribiría en su agenda de notas que, guardando las proporciones, se había sentido como Mary la de la obra de Nell Leyshon, que tuvo que pasar una vida difícil por sus problemas físicos, pero sobre todo por el temor que le inspiraba su padre, quien maldecía constantemente a la vida por no darle hijos varones. 

_Camila, hija, habla con tu padre. -Le pidió Grace, que había empezado a preocuparse por que el silencio de Camila lo desquiciara.

_No sé qué decirle. -Le respondió Camila con impotencia.

_La verdad. -Exigió Richard. _Eso es lo que tienes que decirme.

Camila clavó los ojos en su madre, como pidiéndole ayuda. ¿Acaso nadie había notado que ella no hablaba con él más allá de las palabras de cortesía? Ella solía pensar muchas cosas que quería decirle, pero cuando estaba frente a él, no las podía vocalizar. Esa especie de temor reverencial que le tenía la paralizaba, a pesar de los años y de que ya era una universitaria que estudiaba una carrera donde el don de la palabra era indispensable.

_Amor, la verdad es esa, que la niña se siente atraída por una amiguita. -Intervino nuevamente Grace, ante el silencio de Camila.

_¿Y tú ves eso normal? -Inquirió con dureza el hombre a su mujer.

_No sé si sea normal o no. -Le soltó con firmeza. _Pero es lo que siente la niña.

Grace desde que Camila le había contado sobre sus sentimientos, se había venido preparando para ese momento y sospechando que Richard no se lo iba a tomar bien, había planeado confrontarlo para que entendiera a su hija, sin embargo si no lo conseguía, había decidido estar al lado de ella sin importar las consecuencias que eso trajera.

El hombre resopló malhumorado.

_No sé qué hice mal contigo. -Le reprochó a Camila. _Tu hermano, pese a ser menor que tú, se comporta mejor.

La mente de Camila se incendió. 

¿Qué hizo mal?  Que, ¿qué hizo mal? 

Hacerla sentir invisible toda su vida.

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