Parte 38.

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Cuando regresó al piso de Camila, apenas iban a dar las doce y tenía la cabeza hecha un remolino. Se recostó en la cama, abrazó la almohada y volvió a tomar la carpeta con las cartas para leerlas una vez más y presa del cansancio, se durmió.

Se despertó casi dos horas después y de un salto quedó de pie. Sacó de la mochila una pequeña caja que contenía algunos recuerdos que le había llevado a Camila, la colocó sobre el buró e introdujo la carpeta con las cartas en su reemplazo. Acomodó la cama para dejarla impoluta, fue al baño, se acicaló para borrar las huellas de la siesta y salió apurada mientras se llevaba el móvil a la oreja.

_Hey, Tom. -Lo saludó cuando su amigo le respondió la llamada.

_¿Cómo estás, Lau? -Le correspondió el saludo.

_Amigo, ¿dónde estás? -Inquirió. _Necesito devolverte las llaves de Camila.


Sobre las nueve de la noche, tocó el timbre de la casa en Miami y le sonrió con inocencia a su madre cuando atendió la puerta.

_¡Lolo! -Exclamó sorprendida la mujer mayor. _Qué alegría verte, hija. -Le dijo mientras la estrechaba en un abrazo apretado.

_Vine a saludar. -Le respondió con una sonrisa.

_Pasa, pasa. -Le pidió su madre tomándola del brazo y la llevó al interior de la vivienda, en donde se encontró a la abuela, que veía la televisión.

_¡Pero miren a quien tenemos aquí! -Fue el saludo que obtuvo de su parte y Lauren se acercó a ella para darle un beso en la mejilla y  un abrazo.

_¿Quieres cenar? -Le preguntó su madre, quien mostraba genuina emoción por su presencia.

_Me encantaría. -Aceptó ella, agradecida porque no probaba bocado desde el desayuno.

_Ve a la cocina, niña. -Le dijo la abuela, dándole una palmada cariñosa. _Me gustaría quedarme a hablar contigo pero el sueño no me deja.

_Te acompaño a la habitación. -Ofreció y la abuela la tomó del brazo. A paso lento avanzaron y solo fue a buscar a su madre y la cena cuando se cercioró de dejarla acostada y cómoda.


_No me esperaba verte hasta dentro de mucho tiempo. -Le dijo la mujer mayor, mientras ponía un plato con tostones y pollo a la plancha.

_Tuve que regresar por unos trámites y aproveché para venir a disculparme contigo. -Le dijo sin rodeos y la mujer la miró con el ceño fruncido, sin entender a qué se refería.

_No fue correcta la manera como te hablé cuando te dije que Camila es mi novia. -Se explicó y su madre caminó hasta la mesa y se sentó justo al frente.

_En ese caso, yo también me disculpo contigo, por no haber estado más presente en tu vida. -Le dijo la mujer entrelazando los dedos y mirándola con serenidad.

_¿Sabes, mami? -Le respondió Lauren, mientras partía un trozo de pollo. _Cuando niña, siempre me pregunté si era que no te importaba o si no me querías.

La mujer intentó hablar, pero Lauren la detuvo.

_Ahora pienso que a mi edad ya tenías dos hijas y luego mi padre te dejó sola con nosotras. -Siguió diciéndole. _Supongo que no debió haber sido fácil.

_La gente repite todo el tiempo que tener hijos es lo más maravilloso que te puede ocurrir. -Le respondió su madre. _Lo paradójico es que durante nuestro crecimiento nadie nos enseña a ejercer esa función y cuando me vi sosteniendo a tu hermana en mis brazos, esa ilusión de la que todo el mundo hablaba se transformó en miedo, porque me di cuenta que no tenía ni idea qué tenía que hacer. Ya sabes lo que dicen, tener hijos no te convierte en madre, del mismo modo en que tener una guitarra no te vuelve guitarrista.

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