Parte 25.

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_Te esperaba, ¡ven!. -Le dijo Lauren tomándola de la mano y guiándola a través de una espaciosa sala y luego por un pasillo hasta un área de trabajo compartido por ocho personas, todos jóvenes y completamente centrados en sus ordenadores. Le explicó que en esa empresa se dividía en proyectos y que en ese, el suyo, se dedicaban a recrear las historias que les entregaban, ellos eran los encargados de narrarlas visualmente, siguiendo los parámetros de los personajes y de los universos.  Camila la escuchaba encantada por conocer de primera mano su lugar de trabajo y las historias que estaba ilustrando. 

Encima del escritorio de Lauren, junto al ordenador había un rollo pequeño amarrado con una cintilla verde. Ella lo tomó evidentemente contenta y se lo entregó.

_Para ti. -Le dijo con una sonrisa.

_¿Para mí? -Inquirió Camila, recibiéndolo y mirando de manera alterna entre el pequeño objeto y el rostro de Lauren, que le indicó que lo abriera.

Era un lienzo pequeño, de treinta por treinta, calculó Camila, y en él, había pintado el refugio de Siracusa. Era una réplica idéntica. Como una fotografía que captaba cada uno de los detalles del mural que Lauren misma había creado allí. En el piso, entre las almohadas, pudo identificarse ella acostada en el piso, con su agenda de notas sobre el vientre y mirando a las pinturas del techo.

_Es precioso, cariño. -Le dijo sin despegar la mirada del lienzo, estudiando cada detalle.

_Aunque hice el refugio muy figurativo, la idea de dártelo es más abstracta, porque propongo una nueva realidad. -Se explicó.  _Ya no tenemos ese refugio, pero podemos volver a tener uno porque en realidad la esencia del lugar somos nosotras, juntas.

Camila la miró con los ojos chispeantes y dibujó una sonrisa bobalicona. Quiso lanzarse sobre ella y besarla delante de todos los compañeros de trabajo, pero se contuvo porque ya había notado que Lauren no se sentía cómoda con las manifestaciones públicas de amor.

_Si estuviéramos solas, ya te estaría comiendo la boca. -Le dijo en susurro y Lauren le sonrió con complicidad.

_Trae eso y sígueme. -Le pidió también en susurros y sin demora se echó a andar por el pasillo y Camila se apuró a ir detrás de ella. 

Se detuvo ante una puerta que abrió y se quedó sosteniéndola para que ingresara y cuando lo hizo, entró detrás y cerró la puerta. Camila miró de lado a lado y era una especie de sala de cine. No pudo seguir estudiando el lugar, porque Lauren la tomó de la mejilla con una mano y con la otra por la cintura y la besó. Camila le pasó las manos por detrás de la cabeza y correspondió el beso que comenzó suave y lento, pero que se fue poniendo más intenso cuando Lauren bajó sus manos por el torso y fueron a parar a sus nalgas, apretándolas con fuerza. Lauren dejó los labios para succionar el lóbulo de la oreja.

_Deberías quedarte esta noche conmigo. -Le susurró al oído y Camila que ya estaba sintiendo oleadas de fuego en sus venas, asintió con la cabeza.

Sabía que se iba a ganar un problema con Richard, pero una vez que había tocado el cielo, no había manera de no querer volver a el, sin importar las consecuencias. Cada vez que recordaba su primera vez sentía un cosquilleo en cada milímetro de su cuerpo, nunca encontraría palabras que pudieran describir la fascinación que sentía por ella, por la magia que emanaba, era un verdadero enigma indescifrable que la atraía de una manera imposible de entender. Casi con desesperación había intentado escribir en su agenda de notas cómo se sentía cuando miraba su rostro precioso, excepcional, cómo la hacía sentir cuando la abrazaba o cuando le daba un beso, o cuando le sonreía con ternura casi infantil. No podía negarle nada, menos cuando era lo mismo que ella deseaba.

_¿Si quieres? -Volvió a preguntarle Lauren, que seguía dándole besos en el cuello.

Camila volvió a asentir con la cabeza porque estaba tan agitada que no podía hablar, solo atinó a tomarla con fuerza por los hombros.

SeculorumWhere stories live. Discover now