Parte 17.

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Menos de un minuto después, recibió un nuevo mensaje de Lauren:

¿Puedes llegar al Drown's Coffe de la 42 a las 3:30, el sábado?

Tuvo cuatro días para llenarse de fuerza antes de acudir al encuentro con Lauren. Se enfrentó a sus propias verdades y analizó sus emociones. Tener a Lauren de amiga o no tenerla en su vida, era la cuestión.  La elección no era difícil y viéndolo bien, lejos de ser un mal, recuperar a su mejor amiga era un bien. Quizá requería esfuerzo, pero era un bien. La extrañaba a rabiar, no podía recordar cómo era su vida antes de ella. Desde que la conoció su mundo había sido más lindo y a la vez más turbio. Un poco más divertido y más caótico también. Cuando la tenía presente, era perfecto, pero cuando ponían distancia era un infierno. Quizá en esos meses de alejamiento total, Lauren había logrado la paz mental que necesitaba para volver a ser su amiga. Ella estaba segura de no haber cambiado, estaba segura de que la seguía amando como siempre, pero ese hecho no cambiaba nada, al menos como amiga la quería en su vida, porque la hacía ser mejor persona, porque hacía que su vida fuera mejor.

Tiritando de frío a pesar del grueso abrigo, entró al café algunos minutos después de la hora pactada. En la puerta y mientras se quitaba los guantes, con la mirada buscó a Lauren y la encontró en una mesa del fondo, leyendo un libro. Se veía serena y hermosa usando un suéter negro cuello alto y unos lentes de marco negro también, que le quedaban de muerte. Ella siempre la iba a ver hermosa. Sentía el estómago revuelto y las manos temblorosas. Había pasado tanto tiempo desde la última vez que se vieron. Tantas emociones negativas las que había vivido en su ausencia. Tantas lágrimas derramadas sintiéndose miserablemente sola.

Nada de eso importaba ahora que la tenía al frente.

Y como si la hubiera llamado con el poder de su mente, Lauren quitó los ojos de su libro y levantó la mirada y sus ojos se conectaron. La sonrisa se dibujó en su rostro, brillante, plena.

Sin dilación, se puso de pie y camino hasta ella, que seguía petrificada en la puerta.

Cuando llegó hasta ella, la abrazó con fuerza y su cuerpo respondió como si tuviera vida propia, en automático y la estrechó también. 

Esa noche en su agenda de notas Camila escribió que no se habían creado aún las palabras que pudieran describir lo que había sentido en su reencuentro, que solo podía sentir un resplandor que giraba y se deslizaba sobre ella, acabando con la oscuridad en la que se había movido durante su ausencia.

Cuando finalmente deshicieron el abrazo, Lauren la tomó con delicadeza de la mano y la condujo a la mesa, le ayudó a despojarse del abrigo, esperó mientras se sentó y con dulzura tomó su cabeza contra su costado y le dio varios besos entre el cabello. 

_Estoy tan feliz de verte. -Le dijo mientras se acomodaba en su silla, al frente.

Camila le sonrió. Esos ojos de Lauren. Esa sonrisa de Lauren. Ese olor de Lauren.

No había manera de luchar contra eso.

Se sentía como un pequeño e indefenso unicornio desprovisto de poderes frente al gran dragón todo poderoso que tenía al frente.

Estaba a su merced.

Ella que creyó que ningún milagro podría resucitar a su inerte corazón sepultado en el pecho, solo necesitó verla para que bombeara, desbocado.

_Yo también estoy feliz de verte. -Le dijo sincera.

Lauren le sonrió ampliamente como si comprendiera que era una dosis de vitalidad que la otra necesitaba para borrar su desdicha y que ella gozaba dándole.

El encuentro transcurrió de manera natural, orgánica, fácil, como si esa separación no hubiese hecho mella en ninguna de las dos y se contaron los pormenores de sus vidas en ese tiempo, obviando tocar lo sucedido entre ellas y los amores con terceros. Fue un constante: "escucha lo que me pasó...", "escucha lo que decidí...", "oye esta tontería...".

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