Parte 18.

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La vida en libertad se sentía extraña para Camila. No tenía alarmas generales que la despertaran a menos que ella las programara, no tenía que compartir habitación, nadie le contabilizaba el tiempo de ducha. No había timbre para el desayuno ni la comida. No había hora de baile. Tampoco vigilantes que le prohibieran casi todo. En su nueva-antigua vida, solo conservó el hábito de arreglar su cama de modo impoluto y con rigurosidad casi militar. Lo demás lo dejó atrás en la medida que pasaron las semanas, porque esa disciplina forzada siempre la asfixió y ese ambiente proteccionista en el que se sumergían dentro del campus escolar de alguna manera las mantenía en una burbuja lejos de lo mundano, ajenas a la vida real en cierta medida.

Pronto como mujer inteligente y sobre todo pragmática, a medida que pasaban las semanas y meses, fue desarrollando una tranquila confianza, madurando a destiempo con sus coetáneos pero que le dieron una personalidad atractiva y franca.

Ingresar a la facultad de periodismo había sido asombroso, estaba encantada con los retos intelectuales y académicos a los que se enfrentaba a diario y se sentía estimulada. Pronto se hizo notar con los docentes por su elocuencia al hablar y su prolija escritura, y la eligieron líder de algunos grupos estudiantiles que le consumían sus horas y le dejaban poco tiempo libre.

Aun así, lograba encontrar tiempo para frecuentarse con Lauren, quien a veces acudía a su facultad para compartir un café o un almuerzo y cuando pasaba un día sin que se hubieran visto al menos una hora, se hacían videollamadas para mantenerse al tanto sobre sus vidas.

_¿Ya tienes amigos en la facultad? -La interrogó su madre una mañana mientras desayunaba antes de salir para ir a clase.

Camila se encogió de hombros y terminó de masticar la tostada, mientras hacía tiempo para buscar una respuesta que dejara contenta a su madre.

_Básicamente soy amiga de todos los de mi semestre. 

Grace no se iba a rendir sin obtener lo que quería.

_¿Y tienes con quien estudiar o con quien compartir la hora de comida?

Camila se rio por lo bajo y negó con la cabeza.

_Mami, tengo grupos de estudio y tengo con quien compartir en la cafetería o en las horas libres. -Le dijo en tono hilarante. _Pero eso no es lo que quieres saber, ¿verdad?

Grace se rio al sentirse descubierta.

_Aquella vez que te emborrachaste dijiste que era porque sentías que no estabas viviendo. -Le recordó y Camila se sintió incómoda porque esa borrachera siempre la iba a avergonzar, no importaba cuanto tiempo pasara.

_Ha pasado el tiempo y sigues inmersa en tus cosas, pero no veo que le des tiempo a tu vida personal. -Complementó la idea que la tenía preocupada.

Camila se quedó pensativa. 

¿La vida personal acaso consistía en conocer un montón de personas y hacerlas sus íntimas amigas? A ella no le gustaba eso. Ella era capaz de hablar con todo el mundo, pero su vida personal la limitaba con celo. En el colegio había compartido con 249 alumnas, más el personal de servicio, más los docentes y administrativos las veinticuatro horas al día de toda la semana y solo se consideraba amiga de Kim, de quien seguiría siéndolo toda la vida.

¿Por qué tendría que ser diferente ahora en la facultad? Con el factor extra que eran menos horas compartidas y más carga de deberes académicos.

Además no necesitaba amigos, para eso estaba Tom.

_Mami, tengo los amigos que necesito y la vida que quiero. -Le soltó con vehemencia. 

_Lo sé, mi amor. -Le devolvió, cariñosa como era su madre. _Pero cuando llegues a viejita solo podrás recordar lo mucho que estudiaste y tus nietos no podrán recibir tus historias sobre tus locuras universitarias.

SeculorumWhere stories live. Discover now