Parte 4.

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El sábado Camila se levantó más triste que los días anteriores y cuando Lauren llegó a ayudarle con la cama, apenas si la miró para saludarla. Lauren no forzó la situación porque solo necesitó una corta ojeada para notar la hinchazón de los ojos marrones.

Después de desayunar, Camila le dijo que no era necesario que la llevara al salón y Lauren, aunque se sorprendió, respetó su decisión y se fue con Mad y las otras chicas de su curso. Camila caminó con lentitud en dirección del salón, iba pensando en su madre y en lo que estaría haciendo en ese momento. Los sábados solía llevarla a ella y a su hermano a pasear o al parque, luego los llevaba a comer hamburguesas o pizzas y esperaban a que Richard llegara por ellos, ya fuera para ir al cine si había alguna película apropiada para ellos, o para visitar a algún amigo. Cabizbaja entró al salón y sintió fastidio al sentirse rodeada de todas sus compañeras bulliciosas, por lo que con decisión tomó un libro de su mesa y salió de nuevo sin siquiera mirar a sus compañeras. Caminó sigilosamente por el pasillo e ingresó a los baños. Se encerró en uno de los cubículos, puso el seguro y recogió los pies para que, si alguien se asomaba, no notara su presencia.

En la soledad y la privacidad que consiguió, cerró los ojos y nuevamente las lágrimas corrieron por sus mejillas. Lauren le había dicho que a ella también le iba a gustar estar en ese colegio, pero no le creía, eso no era probable, ella cada día se sentía peor pese a sus esfuerzos por adaptarse y a que realmente le gustaba la compañía de su madrina.

Extrañaba tanto a su madre y todavía tenía que esperar a que se cumpliera el mes para poder verla, no sabía si lo soportaría.

Las lágrimas cayeron una tras otra.

Su maldito hermano seguramente estaría feliz, sintiéndose el rey de la casa y teniendo a ambos padres solo para él. Su padre estaría feliz sin su presencia cerca, siempre creyó que le molestaba mirarla.

Ella no había querido ahogar a su hermano, solo quiso defenderse del golpe, pero su padre lo había tomado como si ella fuera una asesina, un ser peligroso que ponía en riesgo la integridad de los miembros de esa familia.

Se limpió las lágrimas, enojada. 

No quería llorar más.

Seguramente si su hermano o su padre la vieran llorar estarían complacidos. Seguramente si alguien merecía llorar eran ellos, no ella.

_Un día vas a valorar la familia que somos. -Le había dicho su padre. _Un día vas a agradecer la fortuna de tener un hermano.

Camila no le había respondido, primero porque su padre no admitía que le contestasen nada y en segundo lugar porque esas palabras le habían sonado vacías. Cómo iba a dar gracias por quienes le hacían la vida miserable, lo único por lo que tenía que dar gracias era por su preciosa madre.

No me verán llorar nunca. Decidió y se secó las lágrimas, decidida. 

Luego abrió el libro y se concentró en la lectura. Ella no lo sabía aún, pero esa era un hábito que había aprendido de su padre, quien era un lector consumado. Leer era su pasión, leía lo que cayera en sus manos y en la biblioteca del colegio había descubierto un mundo más amplio que en la biblioteca de su casa. Lauren la había acompañado y le enseñó cómo pedir prestados los libros y el día anterior había elegido el enorme libro llamado Biblioteca mitológica de Apolodoro.

_¿Estás segura de que te va a interesar ese libro? -Le preguntó Lauren pasando las hojas.

_Ya he leído varios cuentos de la mitología griega. -Le dijo la niña con suficiencia.

_¡Vaya, vaya! -Le dijo Lauren en tono divertido. _Con que eres una nerd camuflajeada.

Camila la miró mal y en seguida le recriminó.

SeculorumWhere stories live. Discover now