Parte 28.

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Fue un grito ronco y doloroso, de una vida ya sin alma. Los brazos tensos se aferraron a lado y lado de la puerta en un esfuerzo por mantener la posición erguida. Esos ojos, aquellos preciosos ojos que parecían una gema verde lucieron vacíos, huecos, de muerto. No hacían falta las palabras que anunciaran la desgracia, porque el lenguaje corporal fue el instrumento para saber que el destino ya escrito había ocurrido, como una maldición que pretendía empujarla en un agujero negro, en una agonía que le robó la identidad de la vida.

Con las manos temblorosas y el corazón en la garganta, Camila se precipitó hacia ella e intentó sostenerla y con mucho esfuerzo la condujo al sofá.

_¿Quién te ha llamado? ¿Qué ha pasado?

Silencio.

_Por favor, háblame. -Le pidió con una angustia creciente al ver su estado sintiendo como las lágrimas anegaron sus ojos.

Silencio. Mirada perdida. Ojos vacíos.

Ante la incertidumbre, le quitó el móvil de la mano con esfuerzo porque los dedos se atenazaban a él. Segundos más tarde, siguiendo las líneas escritas por el inevitable destino del que no podía sustraerse, buscó en el registro de llamadas y marcó el último número en el listado de llamadas entrantes. Mientras timbraba, miró preocupada el rostro de Lauren, seguía en la misma posición inmóvil, inerte.

_¿Ya vienes Lauren? -Le respondió la voz de una mujer.

_Hola, disculpa. -Se excusó y buscó las palabras correctas. _Soy Camila, te estoy llamando porque no sé qué ha sucedido, pero Lauren está en shock y necesito que por favor me digas qué está pasando.

_Oh, Dios, Camila. -Se lamentó la otra mujer sin ocultar el llanto. _Esto es una desgracia.

Camila sintió rabia dentro de sí, ¡necesitaba que la maldita mujer se calmara y que en vez de lamentarse le dijera de una vez por todas, qué mierda sucedía!

_Por favor... -Le rogó. _Dígame qué pasa.

Mientras hablaba con la desconocida, volvió a reparar en Lauren pero nada había cambiado en ella.

_Es Taylor. -Finalmente habló la mujer al otro lado de la línea entre sollozos. _Ella... ella...

_¡Por amor a Dios, hable de una vez! -Le gritó fuera de sí.

La mujer sollozó más fuerte y terminó por decir:

_Anthony le disparó y luego se quitó la vida él.

Nunca, con su mente volátil, hubiera sido capaz de crear una pesadilla de esa envergadura, esa noticia superaba cualquier presagio, era el inequívoco final de los días felices, tan efímeros, tan cortos y la entrada a un túnel de dolor, frío y oscuro.

_Por favor, alguien de la familia tiene que venir. -Siguió diciéndole la mujer. _La policía está aquí y necesitan a un familiar.

_Haré lo posible. -Le dijo Camila. _Mantenme al tanto de lo que suceda, mientras llegamos. -Le pidió y cerró la llamada.

Maldito destino.

Buscó en los contactos del móvil de Lauren con dificultad, porque las manos le temblaban desenfrenadamente y le sudaban a chorros, marcó el número de la madre primero, y como pudo le dio la noticia. En seguida, hizo lo mismo con el padre y les informó que debían presentarse con la policía, que ella se estaba haciendo cargo de Lauren que seguía enajenada y no podría hacer los trámites pertinentes. 

Tiempo después trataría de recordar ese momento pero todo estaba difuso, borroso, nunca pudo tener una versión sobre cómo fueron esas conversaciones, sobre cómo reaccionaron ellos, no recordó nada porque su mente traicionera o protectora, había eliminado esos recuerdos, era como si fuera una Camila alterna la que hubiera actuado y no ella.

SeculorumWhere stories live. Discover now