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No sabía en qué momento había llegado a su casa, su vista era borrosa todo el camino, no había podido dejar de llorar aunque todo el que pasara le veía extrañado.

Ni siquiera piensa en quien podría estar en casa cuando abre la puerta bruscamente, pasando por la sala rumba la mochila haciendo un seco sonido espantando a las dos personas presentes del lugar.

Shōto traga saliva cuando los ve, sobre el sillón, manos juntas y miradas asustadas por la repentina presencia, Shōto estaba igual de sorprendido por lo que ve.

-Shōto-su padre se levanta y se acerca asustado cuando ve a su hijo bañado en lágrimas-¿estás bien? ¿Que paso...

-no te interesa, creo que estás ocupado en otras cosas-ve de reojo al omega en el sillón que se siente un poco intimidado por la seca mirada del adolescente.

-déjame explicarte hijo, es...

-¡no me interesa quien sea!-solloza-¡¿siempre que tengo un mal día debes empeorarlo aún más?!

Se saca del toque de su padre bruscamente y pasa por un lado para correr a su habitación.

Sintiéndose sofocado lo primero que hace es sacarse la sudadera y los pantalones quedando en una sencilla playera gris y en calzoncillos, agradece no haber levantado su futón esa mañana y así poder dejarse caer sobre él y poder llorar hasta sentirse deshidratado.

Apretando la prenda de lana color verde oliva que nunca había devuelto a su dueño contra su pecho para ver si podía calmar ese dolor que en él quemaba, el olor a pino era ya casi nulo y eso solo le hace sentir un poco más miserable.

Piensa en la escena de abajo, el mismo omega que vio hace casi 4 años en la sala de su casa semanas antes de que su madre les dijera que tenía cancer.

Donde toda su vida y su familia se había venido abajo.

Ese omega, el amante de su padre, se pregunta como es que su padre tiene el descaro de poder traerlo a su casa y sentarla en los mismos sillones que su madre había escogido con tanto esmero.

Su madre, una omega hermosa y delicada como una bella gardenia, la omega más hermosa que había visto en todo el universo podría jurarlo, había sido engañada por su padre priorizando otra omega por sobre su amor y salud.

Ahora lo entendía todo, los lazos no eran cadenas perpetuas que duran para siempre, en algún momento se pueden romper o ser tan débiles que con un simple jalón pueden trozarse, aún si es un lazo natural, se quiere golpear por ser tan ingenuo y confiar solo en un lazo "si mamá fue lastimada de esa forma que puede evitar que yo lo sea igual".

-Shōto-no le importa el murmuro que suelta su padre al entrar a su cuarto y sigue su llorar lo más bajo que puede-Shōto, estoy preocupado, por favor dime qué sucede o si no quieres deja que te consuele cachorro.

-¿así se sintió mamá cuando te vio con alguien más? ¿Con un fuerte dolor en el pecho? ¿sintiéndose él omega más insuficiente de todos porque no es suficiente para él alfa qué le depara la vida?-se lamenta entre hipidos.

Enji traga saliva y ve con preocupación a su hijo, no tiene palabras para explicarle y hacerle sentir mejor justo ahora sobre eso.

-Shōto, no eres un omega insuficiente, eres igual a tu madre...ella lo tenía todo-

-todo menos tu amor-niega apretando el suéter verde-quizás por eso no había un lazo tan fuerte entre él y yo. Quizá todo era parte de mi imaginación y nunca hubo un lazo natural, estoy perdiendo la cabeza.

Su padre abre los ojos un poco sorprendido por la confesión de Shōto, trata de reponerse antes de sentarse lentamente sobre el suelo junto a su hijo. Pone su mano arriba de su cabeza pero nunca se atrever a dejar una caricia ardiendo y bajando la mano junto a él.

Entre Pinos y Rosas -DekutodoWhere stories live. Discover now