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Midoriya Izuku siempre había sido un pequeño bastante callado y reservado pero amaba leer y escribir.

Para un pequeño alfa de 11 años que prefería jugar y presumir su segundo género era bastante inusual, así que una vez que Bakugō se fue un tiempo del pueblo empezaron a tenerlo en la mira.

Katsuki e Izuku se conocían desde antes de si quiera haber nacido, sus madres eran amigas aunque no fue que se hicieron amigos después de que Katsuki empujara a Izuku por la resbaladilla y se rompió la nariz; desde entonces siempre estaban juntos uno al lado del otro, a pesar de sus diferentes actitudes y personalidades congeniaban bastante bien.

Pero cuando Bakugō se fue a cursar parte del colegio fueras del pueblo las burlas le cayeron al pequeño peliverde como un balde de agua fría, ni siquiera sabía si siempre lo habían tenido en la mira a pesar de siempre tener a Katsuki cubriéndole la espalda.

Estaba poco relacionado con la violencia; si le insultaban estaba bien llegaría a casa y lloraría en el regazo de su madre, si lo golpeaban también les dejaba, limpiaría sus pantalones tomaría su libro roto y huiría de ahí fastidiado hasta las lágrimas.

Era bastante frustrante porque solía ser un niño bastante sentimental cuando se sentía enojado, su madre siempre le había dicho que tenía un carácter bastante interesante para su edad y que eso estaba bien porque le hacía un niño maravilloso.

Los demás niños lo veían de otra manera.
"Cuatro ojos" "rata de biblioteca" "niño anciano".

Entonces el día que conoció Shinsō Hitoshi fue un gran cambio para su vida.

Era un día normal para él, le habían tirado sus lentes en un charco de lodo y le habían empujado golpeando sus rodillas.

Mientras se limpiaba los lentes y sorbía sus mocos él pelimorado le observaba fijamente frente suyo. Izuku no le reclamó, Shinsō solía observarlo casi todos los días de esa manera y aunque al principio era extraño e incómodo lo dejó pasar con el pasó de las semanas.

-¿por que te dejas golpear?-pregunto Shinsō ladeando la cabeza-sabes, creo que si les regresaras el golpe no volverían a meterse contigo. Solo digo.

Había recomendado y a él le dejó pensando el resto de la semana sobre eso.

Hasta un viernes un día de verano cuando pasaron el límite de su paciencia, si había algo que Izuku odiaba más que nada era el sudor.

Sentir su cuerpo pegajoso contra su ropa y re lamber sus labios sintiéndolos salados le irritaba y enojaba de sobre manera, empañaba sus lentes y no le dejaban ver correctamente.

Llevaba su libro favorito y tan pronto salieron se lo habían arrebatado de sus manos y le hicieron correr por él por todo el patio.

Las gotas de sudor se escurrían por toda su frente y espalda, le picaba en los ojos, su respiración era agitada por todo lo que persiguió a los niños, juraba que las risas del niño que sostenía su libro bruscamente en sus manos contra su pecho también sudoroso resonaban más fuerte que nunca en sus oídos, veía las grandes manchas de sudor mojar la playera del niño por todos lados, los 38 grados centígrados de ese verano se hacían notar en el pequeño bravucón más que en él.

Las gruesas gotas escurrieron por su frente, pasaron por su nariz hasta llegar a su mentón y caer como cascada hasta mojar la pasta de su preciado libro.

-¡estupido cuatro ojos!

Gruño enojado, ni si quiera tenía tiempo de pensar en que quería llorar, ese niño sostenía su libro con sus sudadas manos contra su sudado pecho mientras lo empapaba con gruesas gotas de su líquido corporal.

Entre Pinos y Rosas -DekutodoWhere stories live. Discover now