II - Kasen (Parte 1)

53 7 0
                                    

Las calles están húmedas dejando a la vista pequeños charcos como siempre sucede luego de una llovizna. Capto varias miradas, ya no son curiosas como la primera vez que me vieron por aquí. Ahora son intrigantes pero temerosas. Me conocen y saben de lo que soy capaz.

Mi cara a medio cubrir por un pedazo de tela esconden la pequeña mueca de satisfacción que llevo.

He trabajado duro para estar en una posición que irradia poder y respeto ante las masas. Era un ladrón, un huérfano, un niño que creció y se crió en la calles y que tuvo que hacerse fuerte a su modo. A los dieciséis unos guardias del rey me atraparon husmeando en una cabaña deshabitada en el bosque. Al parecer no estaba tan deshabitada porque era propiedad de uno de esos guardias y terminé siendo llevado ante el rey para disponer de una sentencia justa aunque quien me encontró prefería encargarse de mí por sí mismo.

Durante mi audiencia puede que haya sido un poco irreverente y lejos de molestarle a Arlen, mi actitud le gustó. Creí que estaba bromeando cuando le pidió a Fredich, el jefe de la guardia, que fuese mi mentor. No quería entrenar con él, no quería tener nada que ver con la armada ni ser formado para pelear. Es decir si, peleaba y mucho pero unas peleas callejeras no se comparan a una preparación formal con el único pensamiento de una posible guerra.

No quería estar involucrado en una guerra, prefería quedarme en esa asquerosa prisión a la que me derivaron por unas semanas. Pero una noche luego de que

"No pelees con este hombre, sólo toma el dinero y vamos a beber," escucho a Silas junto a mí.

"Le quitas la diversión a todo," respondo dándole un vistazo a la hija del barbero. La chica ha vuelto al pueblo a vivir con su padre porque su madre murió. Lo escuché ayer cuando me dirigía a la taberna.

A las personas de aquí les encanta hablar sobre los demás. Aun me sorprendo como lo hacen, es como si tuvieran la audición de un perro.

"Este lugar se cae a pedazos," se queja el hombre mirando las paredes. "¿Cómo es que ninguno ha muerto por exposición al moho?"

Inspecciono el lugar. El olor a polvo mezclado con resina para el cabello impregna el ambiente y llega un punto en el que termina siendo una tortura respirar aquí por lo fuerte que es. El piso cruje a medida que nos adentramos siendo ese el único sonido aquí, a excepción por el leve barullo de personas en la calle que queda muy en segundo plano al cerrar la puerta detrás de nosotros.

"¿Crees que haya escapado?" Pregunta Silas. Si fuese a escapar ya lo habría escuchado de los aldeanos. Como dije, les encanta hablar de los demás mientras nos los involucre a ellos directamente.

Toco la pequeña daga atada en mi cintura, juego con ella entre mis dedos y con un tiro limpio la arrojo hacia adelante incrustándolo en la puerta de un armario junto a la chimenea. Un golpe casi imperceptible proveniente del otro lado me da la confirmación de que definitivamente no estamos solos.

Camino con seguridad hacia ese sitio y tiro del pomo de la puerta. Está trabada. Por supuesto que lo está, estaría muy decepcionado de no ser así. Recupero mi daga, que fue un regalo del rey hace unos años, y me hago hacia atrás para tomar impulso y patear la puerta, la cual se abre sin mucho esfuerzo.

La imagen del hombre sentado en el piso sosteniendo sus rodillas sobre su pecho y temblando como un animal que sabe de su fin acercándose es demasiada cómica para mí. La risita burlesca de Silas se escucha a mis espaldas y siento su presencia junto a mí.

"Bingo," canturrea antes de volver a reír.

"Por favor no me mate," ruega el hombre casi calvo. Su cabello y su vello facial son un desastre, lo encuentro irónico para ser el dueño de una barbería, también parece no haber dormido en unos días por las manchas violáceas debajo de sus ojos. Se coloca de cara al piso, pidiendo piedad y tomando mi bota entre sus manos. Lo aparto de un empujón y suspiro.

Moon Ring - Serie Moon Ring © (Libro #1)✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora