capítulo 24,

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Escucho la alarma sonar por toda la habitación haciendo que me despierte, suspiro cansada mientras me remuevo en la cama y me pego todo lo que puedo al cuerpo robusto del canario que tengo a mi lado durmiendo.

Él bufa al darse cuenta de que es su alarma la que está sonando y suelta mi cintura para apagarla antes de volver a la misma posición, acercándose a mi y apoyándose en mi hombro mientras me agarra de la cintura con determinación.

Los dos estamos completamente pegados, nuestras piernas enrredadas y sus brazos abrazando mi cuerpo mientras los míos pasan por sus hombros y acarician el pelo rapado de su nuca. Noto su respiración tranquila en mi hombro y eso hace que no pueda contenerme en esbozar una pequeña sonrisa mientras doy suaves caricias en su pelo haciendo que él suspire gustoso.

Joder, me quedaría así mil años más. Sentir su cuerpo cerca del mío trasmitiéndome calor y oír su respiración calmada me dá demasiada paz.
Sin duda alguna despertarse al lado de Pedri es la quinta maravilla del mundo.

—Pedri, no te duermas que ha sonado la alarma.—le recuerdo en un susurro mientras acaricio las hebras de su pelo con cariño y lo oigo gruñir perezoso.

—He puesto la alarma con tiempo, aún tenemos media hora más.—dice con voz ronca mientras se pega más a mi cuerpo y puedo notar como deja un suave beso en mi hombro haciendo que se me erice la piel.—Dios, que calentita estás, echaba de menos dormir contigo.—dice esbozando una sonrisa mientras roza su nariz suavemente con mi hombro.

Nos quedamos unos minutos procesando que nos tenemos que levantar, abrazados y dejando caricias en la piel del otro.
El silencio de la habitación y nuestras respiraciones calmadas nos tientan a dormirnos otra vez ya que estamos demasiado cómodos en los brazos del otro.
Pedri se remueve y sube la cabeza hasta esconderla en el hueco de mi cuello mientras sube la mano por dentro de mi camiseta y aprieta agarrando mi cintura haciendo contacto piel con piel.
Siento sus labios dejar un suave beso en mi cuello haciendo que el cuerpo se me erice sin remedio alguno.

—No te duermas.—susurro con una sonrisa mientras abro los ojos acostumbrándome a la poca claridad que entra por la ventana mientras no paro de dejar caricias por su pelo.

Mi mano baja lentamente por sus hombros acariciandole la espalda musculada y doy gracias a todos los santos porque se haya quitado la camiseta ayer antes de meterse en cama, porque así puedo permitirme el placer de pasar mis manos por su espalda a mi antojo.

—Mhm...—murmura mientras vuelve a darme un beso en el cuello y mueve la mano desde mi cintura pasando por mi abdomen y subiendo hasta el borde de mi sujetador en una caricia.

Su mano no para de esparcir caricias suaves que suben y bajan por mi abdomen mientras que no deja de besar mi cuello con sus labios húmedos y suaves.

Y yo ya no sé cómo sentirme respecto a todo esto, porque por una parte me encanta despertarme con mimos, pero por otro lado me está poniendo cachondísima con sus suspiros, besos y caricias.

Suelto un jadeo cuando su boca succiona la zona de mi cuello exacto y siento una corriente por todo mi cuerpo calentándome al instante. Conoce tan bien mi cuerpo que sabe perfectamente qué hacer para ponerme a mil en segundos.

—Pedri...—suspiro mientras siento sus besos húmedos en la piel sensible de mi cuello volviéndome loca. —No provoques, que no tenemos tiempo y aún vamos a perder el avión.—digo intentando agarrarme a la poca cordura que me queda en estos momentos.

—Si yo no estoy haciendo nada...—se hace el inocente mientras siento cómo sonríe contra mi cuello y su mano derecha sube lentamente por mi abdomen rozándome la tela del sujetador.

RENDICIÓN ; pedri gonzález. Où les histoires vivent. Découvrez maintenant