capítulo 27,

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Suspiro al notar como el cuerpo pequeño de la rubia se pega a mi a más no poder despertándome de buena mañana. Su muslo desnudo pasa por mi cintura pegándose lo más posible mientras siento la mitad de su cuerpo encima del mío escondiendo su cara en mi cuello.

Sigo con los ojos cerrados, deleitándome de la sensación de tener su cuerpo tan cerca del mío nada más despertarme y juro y perjuro que me quedaría así toda la vida.

Ayer nos acostamos relativamente tarde, ya que después de cenar por ahí dimos un paseo por las calles hasta llegar al hotel y estrenamos el jacuzzi de buena manera antes de meternos en cama rendidos por el cansancio cuando ya prácticamente rondaban las tres de la mañana.

Subo mi mano lentamente por su espalda colándola por su camiseta ancha, la cual es mía, y acaricio su piel desnuda suavemente. La escucho suspirar contra mi cuello haciéndome sonreír ya que sé perfectamente que está despierta.

Pasa una de sus manos por mi torso desnudo en una caricia mientras su otra mano se dedica a rozar la piel de mi nuca lentamente.

—Si me sigues dando mimos me voy a volver a dormir.—susurro con voz ronca en su oído mientras bajo mi mano por su espalda hasta rozar el borde de su tanga.

—Mhm...—murmura en mi cuello mientras roza su nariz con la piel de debajo de mi oreja antes de depositar un suave beso ahí. —Tengo sueño y estás calentito.—dice en voz baja mientras se pega todo lo que puede a mi.

Calentito me voy a poner si me sigues besando el cuello de estas formas, mi niña.—le digo sin vergüenza ninguna haciendo que pueda escuchar su risa contra mi cuello.

Abro los ojos deslumbrandome con la claridad de la habitación antes de girar un poco mi cabeza para poder observar su pequeño cuerpo acurrucado contra el mío.

—Eres un guarro, González.—dice separando la cara de mi cuello para mirarme con una sonrisa ladina.

No sé porque, pero me encanta que me llame por mi apellido. Es una cosa nuestra ya que nadie me llama así y me gusta.

Está preciosa con su pelo rubio despeinado y su cara de recién levantada decorada con una sonrisa ladina mientras me mira con esos preciosos ojos azules que me traen por el camino de la perdición.

Joder, es que me estoy volviendo demasiado cursi.

—Ya, lo que me extraña es que te des cuenta aún ahora.—la vacilo antes de darme la vuelta cogiéndola desprevenida y poniendo mi cuerpo encima del suyo sin llegar a aplastarla.—Buenos días, guapa.

—Hola, plasta.—dice ella sonriente mientras sus muslos se enredan en mis caderas haciéndome hueco y sus manos acarician mis hombros desnudos con suavidad. —Manitos quietas, que ya te tengo calado, chaval.—me avisa cuando una de mis manos se cuela entre la cama y su cuerpo para agarrarle el culo.

—Que aguafiestas.—hago un mohín mientras me acerco peligrosamente a su boca rozando nuestras narices. —¿No me vas a dar el beso de buenos días?—pregunto en un susurro mientras esbozo una sonrisa ladina.

Ella baja sus ojos a mis labios por unos segundos antes de mirarme directamente a los ojos y esbozar una sonrisa socarrona.

—No, que eres un pesado.—dice girándome la cara en mis narices haciendo que abra la boca haciéndome el ofendido.

—Pero serás rata.—digo riéndome mientras le empiezo a hacer cosquillas y ella suelta una carcajada mientras se empieza a remover debajo de mi. —Dame mi beso, niña.

RENDICIÓN ; pedri gonzález. Where stories live. Discover now