capítulo 32

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Suspiro mirando la hora en mi móvil por cuarta vez en media hora. Son las once y media de la noche y no sé nada de Pedri aún desde el mediodía cuando se iba para el Camp Nou. Aida me ha dicho hace unas horas que Ansu le dijo que se quedó sin bateria, pero de eso ya hace cuatro horas y además le llegan los mensajes, así que yo no entiendo nada.

Y Pablo más de lo mismo. Ninguno me responde desde hace horas y yo ya no sé si preocuparme o ponerme de mala hostia por la "bromita" de los huevos.
Además, que no sé ni siquiera ni han cogido el vuelo, les ha pasado algo a alguno o yo que sé qué. Nadie me dice nada y yo me estoy poniendo de los nervios por no tener la situación controlada.

—Nayleta, quita esa cara de culo mujer, que en media hora hay que tomar las uvas.—dice mi tía Patri, que está sentada enfrente mia. —¿Quieres otra copita de vino?

—Que va, que después voy volando y aún me tengo que arreglar.—digo dándole una pequeña sonrisa. —Luego no me doy hecho la raya derecha...—digo con cierto tono burlón.

—Si que la tomas, que tu abuelo necesita apoyo para terminarse la botella de vino blanco.—me suelta mi abuelo Antonio con su típica sonrisa ladina vacilona mientras habla en tercera persona y me guiña un ojo.

Lo siento, pero es mi protegido y no puedo decirle que no.

—Vale, la tomo.—digo suspirando con una sonrisa. —Pero no me la llenes que nos conocemos, yayo.

—No vayas ahora de angelito cuando todos sabemos aquí que después te vas a beber hasta el agua de los floreros.—suelta mi tío Juanma vacilándome como siempre y haciendo que todos se rían mientras yo le echo una mirada mortal.

—Paso de vosotros.—digo sonriendo mientras bebo de mi copa de vino. —A todo esto, ¿donde se ha metido mamá?—pregunto en general ya que hace ya un buen rato que no está sentada en la mesa.

Ya terminamos de cenar hace un buen rato y estamos todos sentados a la mesa mientras picoteamos de los dulces que hay en la mesa y bebemos champán y vino.

—En la cocina mirando una cosa, vuelve ahora en nada cariño.—me responde mi padre un poco nervioso haciendo que yo lo mire con el ceño fruncido.

—Bueno vale...—digo yo sin darle mucha importancia antes de levantarme de mi silla. —Voy arriba un segundo, que tengo que coger el cargador que me lo deje en mi habitación antes y si no con las coñas salgo de casa sin batería.

—¿Puedo subir contigo, Nay?—pregunta mi prima pequeña mientras me mira con esa carita angelical que tiene y que hace que no le pueda decir que no.

—Sofi, cariño, tú prima baja ahora en nada, no le hagas subirte en brazos todas las escaleras mujer.—le dice su madre mientras la coge en brazos y la sienta en su regazo.

Que raros están todos, de verdad...

—Bueno, que bajo ahora...Estáis todos más raros...—digo cogiendo mi móvil para guardármelo en el bolsillo de la sudadera y salir del salón para subir las escaleras.

Llego hasta mi habitación en cero coma y busco mi cargador, que en teoría lo había dejado encima del escritorio pero ahí no está. Suspiro intentando tranquilizarme ya que estoy con la mecha muy corta con toda esta situación y cualquier cosa me da ganas de llorar. Me siento en la cama mientras saco mi móvil para mirar la hora y si hay algún mensaje de alguno, pero nada.

—Es que tócate los huevos, ni cargador, ni un whasap en medio puto día, ni hostias...—hablo en alto yo sola mientras me levanto para buscar el maldito cable entre mis libros del escritorio. —¡Joder, puta mierda todo!—digo cabreada mientras apoyo mis manos en la mesa y cierro los ojos intentando contener mis lágrimas.

RENDICIÓN ; pedri gonzález. Where stories live. Discover now