PREFACIO

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Prefacio

Arrastrados al infierno

Hace 24 años

Carreteras de Miami, Florida.

1996

—Vas demasiado rápido, Vladimir, nos vamos a estrellar —gritaba Carmen Santo Domingo, mientras su esposo hacía subir la aguja del velocímetro en un claro intento de perder de vista a quienes le seguían desde hacía varios kilómetros atrás sigilosamente.

—¡¿Qué quieres?! ¡Nos alcanzarán si bajo la velocidad! —espetó en respuesta con la cabeza llena de temor e incertidumbre, mientras su hija en la parte de atrás dormitaba, tenía el sueño muy pesado y gracias a Dios no se había percatado de nada de lo sucedido, ni de la evidente histeria o el temor de sus padres, ella era la clave de todo, si caía en manos equivocadas, Mijaíl se convertiría en un peligro para el mundo entero, no solo para Estados Unidos.

—Lo sé, pero si encuentras algo en el camino...

—Me lo llevo por delante, no me importa. Solo me interesa sacarlas de aquí —aumentó aún más la velocidad casi alcanzando los 150 kilómetros por hora, aun así, el auto tras ellos les seguía el paso muy de cerca, por ello, Vladimir no encontraba formas de escapar.

—Eso solo existe en mi cabeza, sin mí jamás podrán hacer nada.

—No importa, Carmen, harán lo que sea y encima de todo hemos destapado su secreto, su maldito uso indebido de los agentes, cuando obtengan lo que buscan nos matarán. Nunca olvides que Bella puede ser un arma mortal.

De repente, un aluvión de balas impactó contra el vidrio panorámico del auto incrustándose, pero solo lograron cuartearlo gracias al blindaje, sin atravesarlo. El auto derrapó, Vladimir había perdido el control, debido a los tiros recibidos en las llantas, hasta finalmente volcarse varias veces hasta caer en una cuneta a un lado de la vía. Todo se quedó en una calma tensa, dentro del automóvil los ocupantes estaban golpeados, mareados y con la visión borrosa, pues la niña era la única con el cinturón bien puesto, aun así, está mareada y el impulso del vómito escala raudo por la garganta.

Pronto los pies de los atacantes se vieron por las ventanas, pues se lanzaron a sacarlos del vehículo en medio del miedo de la pareja y, sobre todo, de la niña, quien apenas procesaba lo que pasaba a su alrededor, no entendía, un minuto estaba dormida y al otro el auto estaba de cabeza, dejándole un horrible dolor de cabeza. De repente, fue arrastrada hacia el exterior junto a sus padres en medio de los llantos de su madre, quien suplicaba por una piedad que nunca le dieron.

"El escorpión" lideraba el grupo de los encapuchados, Vladimir y Carmen le conocieron con un simple vistazo, más aún al proferir las primeras palabras "¡¿Dónde está?! ¿dónde lo escondieron?!" repitió las preguntas dos veces, pero en lugar de hacerlo una tercera, propinó el primer golpe a Vladimir en las costillas antes de ordenar que le subiesen al auto con bolsas de tela negras en la cabeza. Isabella llora, Carmen tantea el aire buscándola, los hombres quisieron impedirlo, pero "El escorpión" se apiada de la pequeña quien está a punto de perder a sus padres, hasta que ella puede dar con su cuerpo menudo de piel fría.

Isabella indagó qué pasaba una vez más, pero su madre le pidió calmarse y quedarse callada. A todos los subieron a la camioneta, estaban desconcertados, aterrados, pero sobre todo sabían el destino que le esperaba y Carmen solo suplicaba en silencio dentro de su mente para que la salvación llegara al menos a su pequeña.

Se arrepintió en ese momento de haberla hecho el centro del vértice, el eslabón maestro, pero ya era demasiado tarde para pensar en ello. Su talento para desarrollar aquella caja de Pandora le había jugado doble, el arma de doble filo enterrada en su corazón. El acabose estaba tocando la puerta de su vida y la de su familia. Vladimir seguía en su intento de detener la sucesión de hechos fatídicos con la prosa de sus palabras que podían convencer a cualquiera, pero el líder de los encapuchados era ya inmune.

Cenizas Quedan: RP#2©Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum