Han pasado dos años desde que la verdad fue desvelada y un nuevo misterio se alza en los interiores del Consorcio Praetor, e Isabella Fox es el centro del mismo sin siquiera saberlo; su madre cargaba con más secretos dentro de su alma, mismos están...
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Dos días después hemos adelantado mucho trabajo, vemos a los candidatos entrenar y ponerles presión con exclamaciones fuertes, mientras tratan de llevar un ritmo asfixiante, haciéndolos sudar bajo las temperaturas en Nevada de pleno medio día. Algunos pasan la prueba de resistencia, pero sigue otro filtro, inteligencia, esta se mide con un examen diseñado por el CMIQ tanto escrito como de máquina, pues al responder está conectado a un aparato de electroencefalograma; sin embargo, ese elemento no es la prueba en sí, solo un complemento con las ondas cerebrales evidenciándose a tiempo real.
La tercera prueba es en el polígono, en objetivos fijos como en móviles e incluso algunos pequeños como tomates lanzados al aire, discos o cualquier objeto fácil de echar hacia arriba, para poder mirar qué tan certeros son en cualquier objetivo, grande, pequeño, regular, no debería importarle. Además de algunas pruebas psicométricas, por ello estamos todo el día en ello, almorzamos juntos donde compartimos más y luego de ello vamos a la oficina donde seguimos, pero de pronto pasa algo inesperado.
—¿Sería muy atrevido si te invito a salir? —dice el General al final sorprendiéndome, pero un cosquilleo en mi estomago—. Digo, fuera del trabajo... ¿qué dices?
—Me encantaría —contesto con sinceridad—. Pero Isaff está un poco enfermo, debo quedarme con él... si no te molesta estar en mi casa, con gusto.
Estaremos solos pues Mike y Renata tienen días libres por eso se fueron el fin de semana.
—Mucho mejor, los planes en casa son especiales —me contesta con una sonrisa—. si al niño no le incomoda.
—Le caíste muy bien, de hecho —termino de cuadrar los papeles en las carpetas—. Te espero en casa tipo siete de la noche ¿te parece bien? Haré un plato delicioso.
—Sí, pero cocinaremos los dos.
—¿Y el General sabe cocinar? ¿no hará una implosión en mi casa? —bromeo sacándole una sonrisa coqueta.
—Ya verá, Brigadier, no querrá comer otra cosa si no la preparo yo —me saca una risita por lo bajo al escuchar el llamado de su secretaria, quien le comunica el requerimiento de él en la sala audiovisual, por ello se despide con un guiño de esos ojos azules preciosos, diciéndome que espera la dirección.
