Capítulo 7.Revelación

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Transcurrió una semana, Elizabeth estaba a punto de graduarse en Berklee, cosa que no le emocionaba mucho ya que no podía olvidar la muerte de Claire y la de Fredek, muchos alumnos estaban de luto y la mayoría de las mujeres lloraba por la ausencia de Fredek. Elizabeth sabía que algo raro había en ella, había cosas que no eran normales y últimamente sus pensamientos se inundaban de lujuria y en ocasiones de odio. Luego de aquella noche, cuando tuvo ese encuentro desagradable con Fredek, ella cambio mucho con todos, incluso con su Padre, ella sabía que Alan le ocultaba algo y le parecía injusto que él no dijera nada, cada que ella le hacía preguntas, Alan cambiaba de tema y esa situación no era agradable para ella, habían noches que no dormía recordando como esas serpientes salieron de la nada para atacar a Fredek. De pronto su mente viajo al pasado, recordó aquella vez cuando cumplió 15 años y Alan le obsequio el violín.
−Sigo sin entender cómo puedes aparecer y desaparecer, creo que merezco una explicación. −dijo y Alan acomodo hacia atrás su larga cabellera.
−Aun eres muy pequeña para entenderlo, deja que pasen los años y yo te explicare detalladamente, ahora solo concéntrate en tu nueva aventura en Boston, en donde obviamente yo estaré. −respondió y le dio un beso en la frente.
Los recuerdos se esfumaron rápidamente, Elizabeth quería una explicación, y la quería justo en ese momento. Tomó su bolso y salió rápidamente del colegio, aunque aún tenía clases no quiso esperar más. En cuanto llegó a su departamento, abrió la puerta y vio a su Padre sentado en el sillón, y en sus piernas tenía su amado e inseparable violín.
−Tenemos que hablar. −dijo con seriedad.
−Lo sé. −contestó y le indicó a su hija que tomara asiento.
Alan respiró profundo y miró a su hija, ella estaba cruzada de brazos esperando una explicación.
−Ojala que después de esto aún sigas amándome, porque te juró que si dejas de quererme yo...yo me moriría. −expresó con la mirada triste.
−No existe manera de que deje de amarte, eres y siempre serás mi Padre aunque no lleve tu apellido, en mis venas corre tu sangre, incluso en mis latidos puede escucharse tu nombre. −dijo con los ojos llenos de lágrimas, su voz temblaba.
−No merezco tanto amor, no merezco tu amor. −
−Tu estas recibiendo lo que mereces, mi cariño incondicional. −le dijo y tomó su mano. −Aunque fueras él hombre más malo del mundo, tú para mí siempre serás mi héroe, mi Dios, mi ídolo... -

Alan sonrió al escuchar a su hija, siempre quiso tener una hija que fuera su amiga, su aliada, su cómplice y ahora la tenía.

− ¿tú estás segura de lo que dices? ¿Y si un día te hago cambiar de opinión? -cuestionó y ella negó con la cabeza.

−Nada me hará cambiar de parecer, nada. -le aseguró y le tomó la mano.

Ahora si no había impedimento alguno para que Alan le dijera toda la verdad a su hija, al parecer...

−Que patético. -masculló Ernest, él apareció tras ellos.

Elizabeth y Alan voltearon hacia Ernest, quien se mantenía serio. Alan se levantó del sillón y miró con enojo a Ernest.
−No deberías estar aquí. −Alan dijo con severidad.
− ¿No debería? −preguntó y enarco una ceja.
− ¿Cómo entro el aquí? −cuestionó Elizabeth muy asombrada, Ernest la miró y sonrió travieso.
− ¿Quieres que te lo explique en privado? −le contestó mientras la tomaba de la quijada.
Alan se acercó rápidamente e hiso que el demonio se alejara de su hija.
−Ernest, déjanos solos. −ordenó y caminó hacia la entrada para abrir la puerta. −Tienes que irte, este no es asunto tuyo. −
−Pero claro que es asunto mío. −expresó entre risas y comenzó a caminar para acercarse tras Elizabeth. −Hay asuntos que no pienso dejar pasar. −susurró cerca del oído de Elizabeth, ella se estremeció al instante.
Al incubo no le agradaba que Ernest coqueteara con su hija descaradamente, aunque a ella parecía agradarle la idea.
−Elizabeth, déjanos solos, tengo que aclarar algunas cosas con este sujeto. −mandó, pero Elizabeth no escuchó a su Padre porque estaba perdida en las caricias que Ernest le daba. − ¡Elizabeth, fuera de aquí ahora! −gritó y Elizabeth reaccionó.
Alan no solía gritarle a su hija pero esta vez era muy necesario hacerlo, aunque ella salió molesta del departamento por el grito de su Padre al fin Alan y Ernest estaban solos.
Alan miró a Ernest con enojo, el demonio estaba muy divertido con esto, reía y reía sin despegarle la mirada al incubo.
−Estaba a punto de decirle a mi hija lo que es, y tu llegas a entrometerte de la nada. −
−Alan, mi estúpido pero tan amado incubo ¿Tienes idea de lo patético que es esquivarle las preguntas a tu hija e incluso esconderte cuando ella quiere saber su verdad? −cuestionó divertido. −Actúas como un patético humano. −masculló y puso los ojos en blanco. −Noticia de última hora, ya no lo eres. −expresó y negaba con la cabeza sin dejar de sonreír.
Mientras tanto, Elizabeth estaba fuera del departamento esperando a que su Padre terminara aquella charla y no pudo evitar recordar aquella sensación complaciente de cuando Ernest la mira o la toca.
−Rayos... ¿Porque me siento tan rara cuando ese hombre está cerca? −se preguntó a sí misma para después morderse el labio. −Necesito un baño de agua helada o algo que me baje esta calentura. −murmuró.
Elizabeth comenzó a caminar dispuesta para ir por una bebida helada pero de pronto su vista empezó a tornarse borrosa, Elizabeth se detuvo y se reclino en la pared, la respiración le comenzó a faltar, y cayó al piso desmayada.
Alan aun hablaba con Ernest, o más bien, Ernest hablaba con Alan porque el demonio no dejaba que el incubo hablara.
−Alan, tu hija es un súcubo, necesita de sexo. No puedes ir por la vida golpeando o matando a todo aquel que intente algo con ella porque si es así, oye...Todos los hombres morirán y sin un final feliz. −
−No me interesa lo que pase con esos hombres, Elizabeth es quien me importa. −contestó de brazos cruzados.
−Precisamente por eso, si ella te importa debes dejar que empiece a satisfacer sus necesidades, los demonios como tú y ella necesitan de sexo, por algo son llamados los demonios sexuales ¿No crees? −
Alan empezó analizarlo, Ernest tenía razón aunque le doliera reconocerlo.
−Si no dejas que tu hija aprenda a hacer esto, la mataras. −siguió hablando el demonio.
−Quizás tengas razón −reconoció Alan y llevo su cabellera para atrás.
− ¿Quizás? −cuestionó suspicaz. − ¡Tengo razón! ¿Recuerdas cuando dejaste de ser un insignificante humano y te convertiste en lo que eres ahora? −expresó y Alan asintió. −Bueno, tú estabas deseoso de sexo, sexo salvaje para ser exactos, querías follarte a todas las mujeres del mundo. −recordó divertido, Alan sonrió sin ánimos. −Cuando tuviste a tu primer víctima le provocaste un paro cardiaco, y la segunda murió después de que te fuiste de su habitación ¿recuerdas que pasaba cuando no tenías sexo? −
−Me debilitaba, y mucho. −respondió y Ernest chasqueo los dedos.
−Exactamente, a lo que quiero llegar es que, obviamente tu hija ya empezó a cambiar y está deseosa de sexo, puedo sentirlo cada que me acerco a ella y si ella no obtiene lo que desea va a debilitarse, y si sigues en tu plan del Padre sobreprotector la mataras. − dijo y Alan asintió lentamente con la cabeza. −Y lo más importante, tu hija nació siendo súcubo y por eso mismo tu hija será más fuerte, ágil e inteligente que tú y en cuanto tenga su primera vez matara al instante a su víctima, y quizás también mate a más de diez hasta que sepa controlarse. –

Alan no decía nada, su mirada estaba perdida y preocupada, Ernest fue acercándose a él y colocó su mano sobre su hombro.

−Tienes que hacerte la idea de que tu hija ya no es una niña y empezó a cambiar a temprana edad, y no querrás que vaya matando a todo el mundo y que después sospechen de ella y quieran lincharla. –habló serenamente, Alan miró de reojo la mano de Ernest, esta última aún se mantenía en su hombro. –Y por eso mismo me ofrezco como voluntario para que Elizabeth tenga una primera vez digna de un súcubo. –añadió, Alan lo miró con enojo, aun no le gustaba la idea de que Ernest se sintiera atraído por su hija. –Tu pequeña bebita tiene un poder inmenso y será fatal cuando alguien la penetre por primera vez, el chico morirá y ella querrá más porque no le bastara. –

El incubo quito la mano de Ernest bruscamente y empezó a caminar con las manos tras su cabella, pensando en aquello, porque por mas peros que dijera, Ernest tenía razón.

− ¿recuerdas esa noche cuando tu hija y yo estábamos ocupados y tu llegaste y me golpeaste como si no hubiera un mañana? Noche que por cierto jamás olvidare –cuestionó mientras se dirigía a la puerta, Alan volteo a verlo y asintió. –antes de que eso pasara, tu hija estaba muy ardiente y estuvo a punto de auto complacerse. –añadió y Alan se quedó paralizado, en su mirada se podía ver preocupación y sobresalto. – ¿sabes qué significa eso verdad? ¿Qué pasa cuando un súcubo o incubo se da placer a sí mismo? –cuestionó y Alan bajo la mirada.

−Masturbación, el suicidio de los íncubos y súcubos. –respondió con los ojos cerrados, Ernest enarco una ceja y sonrió de lado.

−así que gracias a mi tu hija aún sigue con vida, aunque no por mucho tiempo, porque seguramente seguirás en ese plan del Papá celoso y tu niña tendrá que utilizar otros medios para satisfacerse. –expresó sonriente. –entonces... ¿tengo tu permiso para corromper la inocencia de tu hija? –preguntó, de ladeo su cabeza y sonrió maliciosamente.

−lo pensare. –respondió secamente, Ernest rio victorioso porque sabía que pase lo que pase lograría su objetivo.

Ernest abrió la puerta y se detuvo simulando olfatear algo.

− ¿sientes eso? Es un aroma muy fuerte y penetrante. –dijo y frunció la nariz, Alan negó con la cabeza. –en serio, hiede muy fuerte. –aseguró y Alan comenzó a olfatear sin lograr sentir algo. –es tu olor, hueles a suegro. –añadió y comenzó a reír desquiciadamente, Alan apretó los labios y puso los ojos en blanco. – ¡hasta pronto! –

Ernest dio un paso y se quedó callado, Alan estaba impaciente quería que Ernest se fuera para poder hablar con su hija.

− suegro, tienes que venir a ver esto. –

− ¡deja de llamarme así! –pidió molesto mientras se acercaba.

Alan miró hacia donde le indico Ernest y vio a su hija tirada en el suelo, rápidamente corrió y la cargo entre sus brazos.

Después de algunos minutos, Elizabeth estaba acostada en su cama, su Padre le daba la espalda mientras miraba una vieja foto de cuando Elizabeth tenía 2 años. De pronto ella empezó a moverse, abrió los ojos poco a poco, miró a su Padre y se quedó paralizada. Alan se dio cuenta de que su hija estaba despierta y volteo a verla con una sonrisa, pero al ver que ella estaba anonadada su sonrisa desapareció.

− ¿Por qué por un momento te vi con un aspecto maligno? Tenías cuernos, tus ojos eran diferentes, tu piel, todo...−preguntó angustiada, Alan trago en seco y bajo la mirada. − ¿Qué es lo que eres? –le preguntó y Alan cerro los ojos al notar que su hija quizás no tomaría bien la noticia. –o más bien ¿Qué es lo que soy? –investigó con los ojos llorosos.

Alan ya no podía seguir ocultándolo más y miró fijamente a su hija.

−eres un súcubo. –respondió con seriedad.

Elizabeth dejo caer una lágrima sin poder creer lo que estaba pasando.

Mis diablillos y diablillas ¿Qué les pareció este capítulo? ¿Cómo tomara la noticia Elizabeth? ¿Seguirá queriendo igual a su Padre?

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Succubus ( Incubus  #2) *PAUSADA TEMPORALMENTE*Where stories live. Discover now