Capítulo 32.Fotografías

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Diez y media de la noche, un taxi aparcó cerca de la casa de los Martin, una de las puertas se abrió y quien bajó del auto era Daniel, este último se apresuró para abrir la otra puerta y para ayudar a bajar a Elizabeth con absoluta caballerosidad. Luego de ello, el taxi se alejó e inmediatamente los enamorados comenzaron a despedirse con besos largos y abrazos calurosos.

—Insisto, deberías quedarte a dormir con nosotros, a Mamá le gustará la idea porque así habrá un caballero cuidándonos en la casa. —habló Elizabeth, el ojiazul comenzó a reír enternecido. —Por favor, es que no quiero alejarme de ti ni un solo segundo. —añadió y agachó su cabeza.

—Sabes bien que si por mi fuera pasaría la vida entera a tu lado. —contestó y ladeó su cabeza para buscar la mirada baja de su novia. —Lo sabes ¿verdad? —cuestionó, él tomó delicadamente la quijada de Elizabeth para alzar poco a poco su rostro.

—sí, lo sé. —respondió con una sonrisa débil.

—Me gustaría quedarme, pero dudo mucho que a tu Madre le guste la idea, además de que no puedo dejar abandonada la casa de mi Madre mucho tiempo. —explicó mientras Elizabeth asentía.

—Está bien, entiendo. —

Daniel sonrió y ante esto Elizabeth se acercó para dejarle un beso pequeño sobre su nariz, luego de ello los dos volvieron a abrazarse y Elizabeth escondió su rostro en el cuello del ojiazul.

—Cada que estoy contigo me siento tan feliz, me siento como una persona normal. —susurró entre suspiros, Jauregui sonrió con dulzura. —Con solo escuchar tu voz, sentir tu calor, tus labios y tu respiración, provocas que el demonio que vive en mi desaparezca. —

El ojiazul abrazó con más fuerza a Elizabeth como si jamás quisiese soltarla y a su vez acercó sus labios a la cabeza de ella para dejarle un beso largo.

—Te amo tanto, Elizabeth. —murmuró y a su vez buscó su mirada.

—Te amo más, Daniel. —contestó y sus miradas enamoradas se encontraron. —Jamás olvidaré esta noche maravillosa. —añadió sonriente, Daniel también sonreía y de repente un suspiro se le escapó.

El ojiazul se despidió de Elizabeth con un beso largo, por la manera en que ambos se miraban era notorio que no querían separarse aún. Luego de que Elizabeth esperara pacientemente la retirada de su novio, la hija del incubo entró a la casa de sus abuelos y al cerrar la puerta recostó su espalda en ella para luego suspirar sonriente, en cuando su mirada bajó su entrecejo se arrugó.

—¿Dónde está mamá? —se preguntó dudosa.

Elizabeth se alejó de la puerta y comenzó a seguir el aroma de su Madre, este la llevó hasta la habitación y cuando abrió la puerta no pudo evitar sonreír enternecida al ver a su Madre profundamente dormida. Sigilosamente, Elizabeth caminó hacia su Madre para asegurarse de que ella estuviese bien y sonrió con satisfacción al percatarse de que todo estaba bien. Elizabeth tenía la intención de seguir contemplando el sueño de su Madre, pero su celular comenzó a sonar y tuvo que salir de prisa de la habitación antes de que despertara a su Madre. Cuando Elizabeth salió, tomó su celular y enseguida averiguó el nombre de la persona que la llamaba.

—Victoria...—murmuró sonriente. —Es un verdadero milagro que aparezcas, por un momento creí que la tierra te había tragado. —habló Elizabeth al contestar la llamada de su amiga misteriosa. —No tienes idea de cómo te he extrañado. —añadió y comenzó a dar pasos lentos hacia la escalera.

—Bueno, quizás tenga idea en cuanto te asomes por tu puerta y me des un enorme abrazo. —respondió.

Elizabeth frunció el entrecejo, sin terminar la llamada bajó rápidamente los escalones y corrió hacia la puerta, al abrir esta última su sonrisa engrandeció pues Victoria se encontraba justo al frente de la casa. En el rostro de las dos se encontraba una enorme sonrisa, Victoria terminó la llamada y llevó su celular en el bolsillo de su chaqueta.

Succubus ( Incubus  #2) *PAUSADA TEMPORALMENTE*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora