ᴘʀᴇꜰᴀᴄɪᴏ

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Mis brazos están apoyados en la ventana del taxi que me lleva a casa.

Me permito adorar cada milímetro del escenario que recién puedo ver. Mis recuerdos viajan a cuando era una nena: el asfalto nuevo, las farolas aún siendo farolas, los árboles pequeñitos, casi de mi tamaño. A diferencia de lo que ahora veo: calles desgastadas, farolas sin focos porque los rompieron todos y árboles que me triplican el tamaño.

Todo lo había visto envejecer, y había envejecido con todo también.

—Llegué —aviso al mismo tiempo que tiro mi cartera al suelo.

Casi me da un infarto en ese milisegundo en el que trataba de recordar si había o no metido mi cámara. Al final la veo en el mesón, así que lo demás no importa.

—¿De dónde venís? —veo a mami en la sala, tejiendo.

—Salí a caminar —respondo al mismo tiempo que avanzo y me siento a su lado—. El encierro me vuelve psicótica.

Ella se ríe y luego vuelve a guardar silencio por unos minutos más.

—¿Sabes quién llamó hoy? —rompe el silencio.

Mi curiosidad se activa en ese momento, así que giró hacia ella dándole toda mi atención. —¿Quién?

—Matías.

No puedo verlo en el reflejo de nada, pero se que mi rostro se había iluminado con tan solo oírlo. Matías, mi hermano, compañero de vida... y el mismo gil que no se había dignado en hablarme desde que pisó suelo europeo.

Olvídenlo. Lo único que me brilla es el puño, ansioso de encontrarse con su cara.

—Qué lindo el nene, se acordó que tiene familia —suelto con sarcasmo.

Si, estoy dolida.

—Dice que quiere verte antes de que te vayas a París.

Olvídenlo otra vez, se me iluminó hasta la campanita de la garganta.

—¡¿Viene?! —pregunto sin poder ocultar mi emoción.

No dice una sola palabra, solo sonríe y me extiende con su mano un sobre blanco. Lo tomo y dudo antes de abrirlo. ¿Qué hiciste ahora, Matías, gil de mierda? Abro el sobre con cuidado y estoy seguro de que la cara se me puso de mil colores al ver lo que había dentro.

—Matías no viene, nena, vos te vas a España.

Juro que lucho por estar feliz y sonreír hasta con las pestañas, pero en mi cabeza resuena solo una cosa, la misma cosa una y otro y otra vez:

Avión. Me voy a tener que subir a un avión.

La última vez que me subí a un avión fue hace meses y terminó en una total catástrofe.

Catástrofe: El hombre que se sentó junto a mi terminó con la camisa llena de lágrimas, mocos y babas mías. Además de eso, tuvo que darme la mano todo el vuelo y repetirme constantemente que el avión no se iba a caer y que si se caía, él me iba a salvar.

Un gran hombre, pero no recuerdo nada de él. Estaba tan avergonzada que salí corriendo apenas aterrizó el avión.

—Vení, vamos a hacer las maletas —la voz de mami me devuelve a la realidad.

Una realidad en la que tendré que subirme a otro avión. Una realidad en la que ese hombre no existe más. Una realidad en la que veré a mi hermano y conoceré España.

Era una realidad, pero también era un sueño.

🎀 Holaa, acá me uno a la esquizofenia colectiva, disfruteeeen

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🎀 Holaa, acá me uno a la esquizofenia colectiva, disfruteeeen.
Vamos de one pim pom al primer capítulo 🎀

𝐄𝐭𝐞𝐫𝐧𝐚𝐥 𝐒𝐨𝐮𝐥𝐬 | ᴇɴᴢᴏ ᴠᴏɢʀɪɴᴄɪᴄWhere stories live. Discover now