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Las gotas de lluvia se resbalaban por el inmenso cristal que ocupaba toda una pared del cuarto en el que me estaba quedando. De vista tenía un montón de plantas, algunas flores preciosas, árboles chiquititos y... normal, la espalda desnuda de Enzo.

Tiré de la cortina buscando esconderme, como si mis ojos hubieran mirado directo al sol y ahora necesitaran sombra.

¿Por qué sale sin camisa? La imagen me va a perseguir todo el día.

Aún era muy temprano para estar despierta, pero a la vez era tarde para estar dormida. Sin más que hacer, salí a la cocina para buscar algo de comida.

Ahí estaba Matías, el desgraciado de Matías.

—¿Tenés hambre? —lo ignoro olímpicamente.

—Buenos días. —Enzo aparece por la puerta trasera, ahora vestido.

—Buenos días —paso por su lado y como siempre, su olor varonil me ataca desenfrenadamente.

Ni siquiera era el perfume a lo que olía. Era algo de él, lo describiría como una mezcla de la brisa en otoño y pinturas ya puestas en un lienzo, casi secas, pero aún moldeables.

—¡Pará, Malena! —Matías me persigue— Perdonáme, diez minutos nomás fueron.

Freno en seco y me giro a él. Estoy a punto de gritarle que se compre un reloj y se lo meta por la garganta pero alguien se me adelanta.

—Una hora y media —habla Enzo con tranquilidad, mientras saca una manzana del refri—, tal vez dos.

Matías se gira echando fuego y él solo le responde con un levantamiento de hombros. Esa falta de interés en absolutamente todo es la que necesito en mi vida.

—Por favor —súplica Matías, casi llorando—. Te llevo a un museo si lo olvidas.

Ha logrado captar mi interés y ganarse mi perdón con esas simples palabras. Incluso me veo ya organizando mi cámara, libreta y los cuatro esferos que siempre cargo en la cartera. No sé me cruzó ni por error rechazar esa oferta.

¿Qué puedo hacer? Si solo soy una chica que ama los museos.

—Vos me volvés a dejar plantada, Matías —lo apunto con el dedo, justo en la frente—. Y yo te arranco tres ojos.

—Pero solo tengo dos ojos...

—¿Quieres saber de dónde te saco el tercero?

Niega con la cabeza y me ofrece un plato de cereales con yogurt que acepto gustosa. Pasaron cinco días desde que estoy aqui y fueron demasiadas cosas que entender en tan poco tiempo, cosas que Matías llamaba mínimas, pero lo único mínimo era el tamaño de su cerebro.

Primero: Enzo y Matías vivían juntos, fueron los únicos que aceptaron la casa para los dos, ahora tres conmigo.
Segundo: En está casa entraba el que quisiera, un día podía encontrarme a Blas viendo la tele, a Valen cocinando, a Fran dormido en media sala y a Juani contando chistes por toda la casa.

𝐄𝐭𝐞𝐫𝐧𝐚𝐥 𝐒𝐨𝐮𝐥𝐬 | ᴇɴᴢᴏ ᴠᴏɢʀɪɴᴄɪᴄDonde viven las historias. Descúbrelo ahora