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La sensación de que mi vida se había acomodado de vuelta, me causaba un alivio inimaginable. Como si pudiera volver a respirar con tranquilidad.

Enzo se fue a San Sebastián e iba a quedarse ahí por unos días, Matías estaba trabajando en otras cosas, Juani vivía su vida de twittero y los demás chicos tenían cosas que hacer así que estaba sola.

Tampoco es que me molestara la soledad, o bueno, tampoco es como que pudiera sentirme sola en medio de una cafetería llena.

Las tazas de aquel liquido negro que antes me resultaba molesto pero que ahora me da completamente igual, iban y venían. Eran de todos los tipos: con leche, sin leche, con azúcar, sin azúcar, fríos y calientes. Todas las presentaciones que pudieran imaginarse.

Mi taza de chocolate aún tiraba humo así que seguí sin tocarla. Estaba en mi descanso, disfrutando de un croissant;  las mesas estaban repletas por lo que no me sorprendió cuando una mujer se acercó y pidió sentarse en las misma que yo. Acepté y fue inevitable para mi no observarla.

Se veía mayor que yo, pero no tanto, quizás unos siete u ocho años más. Era rubia, alta y definitivamente linda. El tipo de mujer que cautivaría a cualquiera, incluso a mi.

—¿Estás casada? —la repentina pregunta me desestabiliza— Te ves joven.

Sus ojos no me observan, están clavados directamente al anillo que descansa en mi dedo. Veo una clara curiosidad en ella, aunque también distingo una ligera pero notoria nostalgia, incluso dolor.

—No —niego—. Pero lo estaré en unos años.

Su sonrisa afligida me genera una incontrolable curiosidad. La misma me lleva a observar sus manos en busca de eso que reconozco al instante. Dos anillos. Mis ojos los escanean y se llevan una sorpresa al ver estás vacíos. Que las piedritas que deberían adornarlos no están, solo hay pequeños huecos vacíos.

Ella lo nota y me arrepiento de haber sido tan obvia—. Son los anillos de mi compromiso y boda.

—¿Estás casada? —ahora soy yo quien pregunta.

—Estaba casada.

Una ola de incomodidad me deja varada en medio del mar. Me arrepiento de haber preguntado pero por alguna razón ella sigue en la serenidad de una respuesta cualquiera. Como si la incomodidad fuera solo un invento mio.

—Lamento oír eso —me disculpo y empiezo a pensar en irme.

—No lo hagas, yo fui quien preguntó primero.

Sonrío pero mis ganas de irme siguen ahí. Los destellos de dolor en su rostro me empujan a alejarme de ella y desear no volver a verla jamás. ¿Por qué? Realmente no lo sé. Solo se que debí correr en ese momento. Tal vez así algo hubiera sido diferente.

I see my reflection in your eyes...

—También te ves joven —las dudas me ganan. ¿Por qué no puedo solo cerrar la boca?

—Tengo veintiocho.

Me pica la lengua por preguntar la razón de su divorcio, pero al mismo tiempo la claridad de no ser una entrometida o una boluda sin tacto me detiene. Solo me quedo en silencio, acariciando mi anillo.

El corazón se me cae al piso cuando en una de esas caricias, una de sus piedritas se desprende y cae sobre la mesa como si fuera algo tan insignificante, sin ruido, incluso casi perdiéndose de vista, no, perdiéndose de mi vista por completo.

Mi ojos recorren la mesa y un pequeño espacio por el suelo. No puedo encontrarlo.

—Está aquí —la mujer frente a mi extiende su mano y veo la pequeña piedrita sobre ella—. Haz que la peguen las veces que sean necesarias, pero nunca dejes que todas se caigan.

—¿Por qué?

—Porque cuando la última piedra de mi anillo se cayó —guarda silencio—... Mi esposo murió.

Me quedo muda. Tomo la piedra en mis manos y observo como ella se levanta para irse. Me arrepiento aunque no se de qué y un miedo palpable nace desde mis adentros. Ninguna piedra más se iba a caer de mi anillo, lo juro por mi vida.

—Lo siento...

La observo girarse, pero justo cuando creo que se irá, su voz vuelve a llamar mi atención—. Me llamo Cande, ¿vos?

—Malena.

No responde y me siento extraña por todo lo que acaba de pasar. Por la rareza de sus palabras y por las pequeñas gotas que ahora están saliendo de sus ojos, ¿Dije algo malo?

—Hasta luego, Malena. Te deseo una larga y feliz vida.

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ᴴⁱˢᵗᵒʳⁱᵃ ᵈᵉ ᵃⁿⁱˡˡᵒ ᵈᵉ ʰⁱˡᵉʳᵃˢ ⁽²⁾

También se cuenta como aquellos amores se disolvían. Como se iban apagando. Como no todos duraban por la eternidad.

Todo se lo atribuían a la suerte con la que habían nacido o a la delicadeza con la que el anillo era tratado. Se creía que si un amor no era lo suficientemente fuerte, los diamantes se desprendían y no se volverían a pegar jamás.

Cada diamante caída era tiempo perdido, y, cuando no quedara ninguno. No habría más por lo que luchar. No había amor que salvar. Todo estaba perdido.

🎀 Los "eternal souls" no son quien ustedes creen

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🎀 Los "eternal souls" no son quien ustedes creen... 🎀

No se olviden de darle estrellita :p

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𝐄𝐭𝐞𝐫𝐧𝐚𝐥 𝐒𝐨𝐮𝐥𝐬 | ᴇɴᴢᴏ ᴠᴏɢʀɪɴᴄɪᴄWhere stories live. Discover now