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Dos aviones despegaron en un lapso de una hora y media. Exactamente el tiempo que llevaba esperando a Matías en las afueras del aeropuerto. Le dejé alrededor de cincuenta mensajes de voz, treinta llamadas y perdí la cuenta de cuántos mensajes llevaba.

No fuera la abuela porque le responde al toque.

—Matías, si no llegas en los próximos cinco minutos, agarro el primer vuelo que vea y me voy a la mierda —cuelgo la grabadora de mensajes.

El frío se empieza a hacer presente y se está riendo en la cara de mi vestido corto, de tirantes y encima más delgado que una servilleta usada. Estoy empezando a tiritar, pero ese no es el mayor problema. Mi problema más grande es que dos tipos de vestidos de guardia empiezan a acercarse a mi.

—Buenas noches —dicen en un tono amable—. Las cámaras de seguridad no han mostrado que lleva casi dos horas estacionada aquí. Lamento decirle que tiene que irse. Políticas del establecimiento.

Estoy a punto de empezar a tirar humo por las orejas.

—Disculpe... Yo no conozco la ciudad y aún no han llega-

—Ya nos vamos a retirar, disculpen el inconveniente —No puedo ver al dueño de la voz pero se quien es.

A la misma vez, siento una silueta mucho más grande que yo posarse detrás de mi. Su perfume masculino llega a mis fosas nasales y me desorienta por unos segundos. Dios mio, ni siquiera puedo verlo y ya siento mi presencia temblorosa.

Malditos hombre con un buen perfume. Sean eternos.

—Buenas noches —los dos hombres se retiran.

Volteo para ver al sujeto detrás de mi y en efecto, ahí está. Tal y como había desaparecido hace unas horas.

—Vamos. —intenta quitarme las llaves del auto pero le aparto la mano.

—¿Sos mi hermano? —mi pregunta le cae de sorpresa.

—¿No?

—Entonces no me voy con vos a ningún lado.

No le cambia la cara en absoluto. Ni para enojarse, reírse, ni absolutamente nada. Sigue ahí con la cara de orto más poética que puede existir.

Intenta quitarme las llaves de nuevo. —¿Podés dármelas? —niego con la cabeza— Matías me mandó por vos.

Mi desconcierto parece notorio para él, porque aprovecha y estira su mano hasta la mía. Su tacto es frío y áspero, contrastado con el mio que aunque estaba tiritando, seguía teniendo calidez refugiada en las manos. La disparidad de sensaciones hace que ambos quitemos la mano de golpe, como si el roce quemara.

—¿Dónde está Matías? —preguntó para esquivar el atípico momento. 

—Está borracho.

No dije más y él tampoco. Ni siquiera iba a enojarme con Matías otra vez porque ahora sí iba a matarlo. Solo me queda analizar la situación. ¿Qué tan raro debía ser estar en un país extraño, en un auto extraño y con un hombre extrañó que podría llevarme a dónde quisiera porqué me sacaba dos cabezas que impedían defenderme?

Normal, me pasaba todos los días en Buenos Aires.

—¿Vas a subir? ¿O de una vez agarrás un vuelo a Argentina? —la voz de Enzo resonó, plantándome de vuelta a la realidad.

Llevé mis ojos a él y me pareció la persona más repugnante que había visto. —Mejor te agarro a vos a trompadas, ¿qué te parece? —pienso pero no lo digo.

—Sos una inmadura.

Bueno, pensé y si lo dije.

Le pasé por un lado y me subí al auto. Una vez sentada, tuve el panorama completo de él prendiendo un cigarrillo y avanzando hasta la puerta del piloto. Se subió y no me miró ni por error. Alta celebridad se creía.

Empezó a conducir y a diferencia de Matías, él lo hacía como si cincuenta patrullas lo estuvieran persiguiendo. Giraba en las esquinas sin frenar ni un poco, y en los semáforos se frenaba como si quisiera sacarme volando y pasarme por encima.

—¡¿Podés calmarte un poco?! —bramo, ya harta— ¡Nadie te está persiguiendo!

Él ignora mis palabras pero igual baja la velocidad. La concha de tu madre, Matías, a que pelotudo me mandas.

No sé cuanto tiempo pasó, pero Enzo sigue conduciendo y yo no veo la hora en salir corriendo lejos de él. Los arboles en las aceras van apareciendo y desapareciendo acorde a las farolas que los iluminan, el viento me golpea cara y me doy cuenta de que aún no dimensiono que hoy atravesé un continente solo porqué no tenía más que hacer en casa. ¿Eran esas las facilidades de seguir siendo una nena a los ojos de mi hermano? ¿Cuáles eran las dificultades entonces? ¿Me estaba quejando por nada?

—Llegamos. —escucho ese timbre varonil, y talvez es mi imaginación, pero suena más ronco luego del cigarrillo.

Estamos en el estacionamiento de una casa blanca. No era gigante, pero tampoco pequeña. Se veía moderna y acogedora, como si estuviera lista para arroparme por sesenta días.

Abrí la puerta y bajé casi corriendo. Esperé a que Enzo también bajara y luego de textear algo, lo hizo.

—¿Te vas a llevar el auto? —tiene cara de que no entiende nada— Para irte, le puedo decir a Matías que te lo vas a llevar.

Estaba harta de sus lapsos silenciosos que gritaban "soy un hombre misterioso". Pero por supuesto, era parte de su carácter insoportable.

—No me llevo el auto a ningún lado. —finalmente respondió.

—¿Te vas a pie?

—No. —me mira con las cejas hundidas. Como si de mi boca estuvieran saliendo las boludeces más grandes de la historia—. ¿Matías no te dijo nada?

—¿Matías debía decirme algo? 

Solo faltaba que Matías lo hubiera mandado a dormir en mi puerta como perro guardián.

—Yo vivo acá.

Bien, eso era peor.

🎀 ¿Saben lo incomodo que es que te ex se llame Matías y tener que estar escribiendo su nombre cada dos segundos? Yo si Capítulo corto pq de aquí en adelante, empieza la montaña rusa 🎀

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Capítulo corto pq de aquí en adelante, empieza la montaña rusa 🎀

No se olviden de dar estrellita :p


𝐄𝐭𝐞𝐫𝐧𝐚𝐥 𝐒𝐨𝐮𝐥𝐬 | ᴇɴᴢᴏ ᴠᴏɢʀɪɴᴄɪᴄDonde viven las historias. Descúbrelo ahora